UNA MIRADA QUE SALVA

Homilía en el Domingo de Ramos

 

Queridos hermanos:

Hoy comenzamos la Semana Santa proclamando la pasión del Señor. Y este año, guiados por el Evangelio de san Lucas, nos encontramos con un Cristo profundamente humano, pastor y hermano, que no deja de mirar con amor incluso en medio del dolor, la traición y la muerte.
Lucas no nos presenta un Cristo que juzga, sino un Cristo que mira, comprende y salva.

Hoy, quiero invitarlos a dejarnos tocar por esa mirada de Jesús que no condena, sino que reconstruye, y confrontarla con la mirada del mundo actual, que muchas veces se vuelve dura, fría, calculadora… incluso violenta.

1. Dormidos de tristeza: la fragilidad de los que aman

En el huerto de los Olivos, cuando Jesús va a orar, encuentra a sus discípulos dormidos. En otros evangelistas eso podría sonar a abandono o cobardía. Pero Lucas, con su corazón de pastor, dice algo revelador: “los encontró dormidos de tristeza” (Lc 22,45).

¡Qué manera tan bella de mirar la fragilidad! No como desinterés, sino como agotamiento emocional, dolor que paraliza. ¿Cuántas veces nos pasa lo mismo a nosotros? No fallamos porque no nos importe, sino porque no damos más. Porque llevamos demasiadas heridas, frustraciones o miedos encima.

Y sin embargo, Jesús no les grita, no los rechaza. Los despierta con dulzura. Porque comprende que el dolor también duerme el corazón.

Hoy también vemos mucha tristeza dormida. Gente que está cansada de luchar, que no encuentra sentido, que reacciona con bronca o con odio, no porque sea mala, sino porque está herida. ¿Y nosotros? ¿Cómo los miramos? ¿Como Cristo… o como jueces?

2. Pedro y la mirada que lo transforma

Después de negarlo tres veces, Pedro se encuentra con la mirada de Jesús (Lc 22,61). No le dice nada. No hay reproche, no hay sermón. Solo una mirada que lo ve por dentro. Lucas usa un verbo muy especial: emblépō — mirar hacia adentro, ver el corazón.

Jesús no ve solo la traición, ve el miedo, la culpa… pero también el amor que aún arde dentro de Pedro, aunque esté sepultado por su fragilidad. Y eso lo desarma. Llora amargamente, sí, pero no de vergüenza estéril, sino de una conversión que nace del amor recibido.

Hoy vivimos tiempos en que la sociedad quiere “cancelar” a quienes se equivocan. Se los expulsa, se los etiqueta. Hay una tentación global —y en Argentina muy fuerte— de “purgar” a los que no encajan: pobres, políticos, migrantes, o cualquiera que se considere responsable de los males sociales.
Pero Jesús no purga: restaura. No excluye: reconcilia.


3. Padre, perdónalos: el perdón que nace del amor

En la cruz, cuando todo parece terminado, Jesús lanza una de las frases más escandalosas del
Evangelio:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lc 23,34)
No hay arrepentimiento de parte de quienes lo matan. Nadie pide perdón. Y sin embargo, Jesús lo ofrece. ¿Por qué?

Porque el perdón no es una recompensa al que se porta bien. Es un acto de amor gratuito. Un amor que no necesita condiciones. Un amor que rompe la cadena del odio antes de que sea demasiado tarde.


4. El buen ladrón: el pecador que Jesús no purga

Uno de los momentos más luminosos de esta Pasión es el diálogo con el buen ladrón. Un delincuente confiesa su culpa, y con una humildad desarmante le dice:
“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.” (Lc 23,42)
Y Jesús, en medio del dolor, sin teologías ni largas explicaciones, le contesta:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

¡Qué Iglesia distinta nos propone Lucas! No una que excluye, sino una que abraza incluso en la última hora. No una Iglesia que pide papeles antes de entrar, sino una Iglesia que cree en el poder del perdón para cambiarlo todo.


5. Una comunidad que transforma, no que condena

Este es el modelo que Lucas propone para la comunidad cristiana.
Una comunidad que no niega el pecado, pero que no convierte el error en sentencia.
Una comunidad donde las heridas no nos hacen indignos, sino necesitados.

Hoy, cuando algunos sectores alimentan el odio al pobre, al distinto, al que piensa diferente, nosotros proclamamos un Evangelio que cree en la segunda oportunidad, que no cancela, que no purga

Somos el pueblo de la mirada que salva. Del perdón que reconstruye. Del amor que comprende.

Conclusión: la verdadera revolución

Jesús no cambia el mundo desde el poder, ni desde la violencia. Cambia el mundo desde la cruz, mirando con amor, perdonando sin condiciones, y abrazando incluso a los que lo traicionan.

Esa es la verdadera revolución del Evangelio. Y solo ella puede salvarnos de tanta violencia disfrazada de justicia, de tanto odio presentado como verdad.

Que esta Semana Santa nos devuelva la mirada de Jesús. Esa que no condena, sino que ve dentro, comprende y transforma. En tiempo de Jubileo en el que queremos sabernos Peregrinos de Esperanza

Amén.

☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda-Lanús, 13 de abril de 2025.