90° ANIVERSARIO DEL PEQUEÑO COTTOLENGO DON ORIONE DE AVELLANEDA

 

El miércoles 02 de julio se celebraron los 90 años de la fundación del Pequeño Cottolengo Don Orione de Avellaneda, un verdadero ícono de la caridad y el servicio en la ciudad. Desde las 11 de la mañana, residentes, trabajadores, voluntarios, bienhechores y vecinos se congregaron para rendir homenaje a esta casa que durante casi un siglo ha sido sinónimo de amor, ternura y dignidad para los más vulnerables, en una jornada fresca y soleada.

Los festejos comenzaron con un emotivo acto en el hall de entrada del edificio, donde se descubrió una placa conmemorativa. Allí, tomaron la palabra trabajadores, residentes y el psicólogo Diego Zotta, actual director ejecutivo del Cottolengo, quien destacó la dimensión humana y espiritual del lugar, y recordó que “estas puertas dan al lugar donde vivió el mismo San Luis Orione, y hoy siguen abiertas a la esperanza”.

Minutos más tarde el Intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, y su esposa, Magdalena Sierra, inauguraron la restauración exterior completa del edificio y una impactante obra de mosaico con el rostro de Don Orione, realizada por artistas locales. El Obispo Marcelo (Maxi) Margni presidió la bendición de la obra y agradeció la inversión realizada por el municipio en esta institución que “es profética para la ciudad, donde Dios sigue hablando a quienes quieren escucharlo”.

A las 12.00 h comenzó la Santa Misa en el salón principal que recibió a una multitud de fieles, trabajadores, religiosas y sacerdotes amigos. Participaron también miembros de la congregación orionita, con presencia histórica en la diócesis a través del Instituto San Vicente y la parroquia San Luis Orione en Sarandí. En su homilía, Monseñor Margni habló con gran emotividad sobre el valor espiritual del Cottolengo y afirmó: “El que quiera escuchar lo que Dios dice, que se acerque al Cottolengo. Aquí Dios habla con fuerza a través del sufrimiento vivido con amor”.

Tras la Eucaristía, compartieron palabras el Padre Fernando Guevara, actual director religioso del Cottolengo, y el mencionado Diego Zotta. También hizo uso de la palabra el Padre Eldo Rubén Musso, provincial de la congregación, quien recordó los orígenes de esta obra en suelo argentino, en Avellaneda, y agradeció a todos los que sostienen cotidianamente esta casa de amor.

El acto concluyó con un anuncio importante por parte del Intendente Ferraresi, que declaró al Pequeño Cottolengo de interés municipal, y comprometió una inversión de 200 millones de pesos para obras futuras, de manera de asegurar que esta casa “sea un patrimonio de toda la ciudad y un ejemplo de amor en acción”.

Antes de finalizar, la comunidad del Cottolengo regaló al Padre Obispo dos hermosos y valiosos obsequios: un nuevo báculo y una cruz pectoral que asombró a todos por la belleza de esa obras de arte. Luego todos los presentes rezaron unidos la Oración por los 90 años:

Oración por los 90 años

Señor Jesús, camino, verdad y vida, hoy te damos gracias por el don de San Luis Orione, que en esta tierra de Avellaneda sembró esperanza, ternura y fe. Gracias por los 90 años del Cottolengo, casa tuya, morada de paz para tantos hijos e hijas amados. Gracias por quienes viven aquí, testigos serenos de tu amor, y por quienes los acompañan con paciencia, como signos vivos de tu Providencia. Señor, enséñanos a no buscar salvarnos solos, a confiar en ti, a reconocer que la salvación se recibe, no se construye con orgullo ni con fuerza. Ayúdanos a ser comunidad, a tender la mano, a vivir la caridad que salva y transforma. Que Don Orione nos inspire siempre con su entrega sin medida, y nos enseñe a amar como tú, hasta el extremo. Amén.

“El sueño del Cottolengo se inició en Avellaneda”

• El 2 de julio de 1935 se inauguró oficialmente el Pequeño Cottolengo de Avellaneda, obra impulsada por San Luis Orione para atender a personas con discapacidad y fuera de los círculos de contención tradicionales. • La propuesta nació cuando las Damas Vicentinas, al conocer el proyecto de Don Orione para su Cottolengo, ofrecieron una propiedad en Avellaneda. Antes de la cesión, dicho lugar funcionaba como refugio nocturno para hombres, fortaleciendo así el compromiso social de la iniciativa. • Desde su fundación, el Cottolengo fue concebido como un espacio de inclusión social, donde “se trabaja en el cuidado de personas con discapacidades en un clima familiar, priorizando mejorar la calidad de vida”

Estos antecedentes fundamentales complementan la crónica principal, y dan cuenta cómo hace 90 años se inició un sueño que hoy se ha convertido en realidad, forjado en la solidaridad entre congregaciones y la comunidad local.

Palabras del Padre Fernando Guevara,

director religioso del Cottolengo

 

Hoy más nunca resuena en nuestros corazones la invitación de Don Orione aquella fría mañana del 2 de julio de 1935: “QUIERO DAR HOY MISMO COMIENZO AL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO” “VAYAN A AVELLANEDA, AHÍ COMIENZA NUESTRA OBRA”. Este es el lema que escogimos para prepararnos, transitar y celebrar este momento tan especial.

Para la familia del Pequeño Cottolengo, es una alegría muy grande vernos acompañados por cada uno de ustedes, en el día que celebramos los noventa años de esta casa, que como decía Don Orione “La Puerta del Pequeño Cottolengo Argentino no preguntará a quien la cruce si tiene un nombre, sino solamente si tiene un dolor”

Al dirigir una mirada agradecida sobre la fecunda historia del Pequeño Cottolengo de Avellaneda, quiero rescatar una imagen que corresponde al mismo día de la apertura de esta casa. Sucedió así:

Don Orione y las primeras religiosas, recibían a los residentes que iban llegando. El primero de ellos, un adolescente, que no caminaba. Cuando Don Orione se acercó a él, lo miró a los ojos, le dio la bienvenida, y sin dejar que lo hicieran las religiosas, lo alzó en sus brazos, y lo llevó al primer piso por las escaleras que todavía hoy se conservan… y decía: “Quién sabe cuántas veces San José Benito Cottolengo habrá llevado en brazos a sus enfermos”. Todo un gesto de padre. Una escuela que se abría a las nuevas generaciones.

De este modo, el fundador enseñaba a sus hijos espirituales el modo cómo debíamos servir a los hermanos más pequeños: Tener corazón de madre y padre para cada uno de los residentes.

¿Por qué señalo esta escena? Porque Don Orione nos mostró con su ejemplo, cómo obra Dios con nosotros.

Al recordar esta imagen, vemos a Don Orione configurado a Jesús Buen Samaritano. Lleno de compasión, se inclinó ante el joven, lo cargó en sus brazos y lo llevó a su nuevo hogar.

Una enseñanza que está grabada a fuego en nuestra mente y en nuestro corazón, y que guía la labor cotidiana de esta casa. Esa escena orionita, es una escuela que, con el paso de los años, no pierde vigencia.

El Apóstol de la caridad, siguiendo el mandato del Señor Jesús, nos enseñó a trabajar movidos siempre por el amor, que no espera nada a cambio, descubriendo en el hermano el rostro de Cristo: “Amar y Servir en el hombre al Hijo del Hombre”, son sus palabras.

Al abrir esta casa, Don Orione quiso que el Pequeño Cottolengo de Avellaneda sea una “Casa de oración, servicio y caridad”. Y lo es. No es solo un hogar y centro de día para personas con discapacidad. Somos una familia, una comunidad de fe, que tiene al Señor Jesús como centro, y la Eucaristía es el alimento precioso que sostiene nuestro servicio y alegría. La comunión con el Pan único y partido, es el momento privilegiado donde ofrecemos a Dios lo que somos y lo que hacemos. Y nos dejamos amar por él.

Es este espíritu de “fe, que obra por la caridad” el que permite llamar al Pequeño Cottolengo, “Santuario de la vida”. Porque en lo cotidiano, de modo silencioso e ininterrumpido, valoramos la vida como don de Dios, la cuidamos, la promovemos, procurando lograr lo mejor de cada uno.

La presencia de Jesús en medio nuestro, que genera un ambiente sereno y gozoso, a la vez, convierte al Pequeño Cottolengo en “Un faro” que ilumina, con luz diáfana y potente, en un faro que irradia luz y calor de caridad espiritual y corporal.

También es una clara profecía del Reino de Dios. Una escuela de humanismo cristiano. Una “Casa de puertas abiertas”, donde se va construyendo, sin pausas, la Civilización del Amor, de la vida y de la paz. ¿Y la mejor compañía? La Divina Providencia, esa caricia de Dios que está atenta a las necesidades de sus hijos que confían en el Señor, aquella de la cual afirmaba Don Orione “La Divina Providencia no me faltó Jamás”, y que estuvo presente desde siempre, y particularmente desde aquel 2 de julio de 1935… permítanme contarles que el primer almuerzo de esta casa fue una olla de caldo caliente enviado desde nuestra Parroquia de Pompeya, “esto fue una verdadera Providencia”, afirmaron las religiosas con asombro y agradecimiento. Así se iría manifestando la presencia del Señor, para que, gracias a tanta gente de buena voluntad, en estos 90 años nunca falte lo esencial para una vida digna.

Quiero dedicar unas líneas especiales, para destacar que esta casa se conectó desde sus inicios con el barrio, ya sea por el orfanato, la guardería, o el jardín de infantes. Aquí los obreros nos confiaron a sus hijos mientras iban a trabajar. Esta casa cuidó a los hijos de esta comunidad, los quiso con amor de madre y padre, los educó y siempre compartió un pedazo de pan, con aquel que llegaba a la puerta del Cottolengo. Y aunque los tiempos y las legislaciones han cambiado, el camino abierto por la caridad luminosa de Don Orione, hoy sigue más vivo que nunca. Al agradecer nuevamente la presencia de Ustedes, amigos muy queridos, les agradezco también la colaboración que nos brindan diariamente y el lugar que reservan al Pequeño Cottolengo en el corazón de cada uno.

Permítanme dar gracias a Dios por las personas que trabajan y trabajaron en esta casa e hicieron historia. Es un homenaje de gratitud a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, que fueron un gran testimonio, y que entregaron sus vidas, con caridad ardiente, en el servicio a cada una de las personas que forman parte de esta comunidad, y particularmente a cada una de las residentes. Gracias a las personas que sirvieron con corazón de madre y de padre. A cada una de las dueñas de casa, a todo el personal, a los religiosos, sacerdotes, amigos, familias, voluntarios y bienhechores: Un verdadero ejército de la caridad. Muchos de ellos ya en los brazos del Padre, en el Hogar del cielo. Gracias, Señor, por tu amor. No abandones la obra de tus manos.

Finalmente, ruego a la Virgen Santísima, Madre y Patrona del Pequeño Cottolengo, que derrame abundantes gracias en nuestros corazones, en nuestra Iglesia y toda la comunidad de Avellaneda.

Bendito Dios por haber inspirado a San Luis Orione en fundar El Pequeño Cottolengo en nuestra querida Ciudad de Avellaneda.

¡Ave María siempre, Ave María y Adelante!

Padre Fernando Javier Guevara

Avellaneda, miércoles 02 de julio de 2025