20º ANIVERSARIO DEL SEMINARIO DIOCESANO SAN PABLO VI

 

El sábado 23 de septiembre el Seminario diocesano San Pablo VI de nuestra diócesis de Avellaneda-Lanús celebró su 20º aniversario. El Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni presidió la celebración Eucarística junto con el clero de la diócesis, los seminaristas, familiares, amigos y varias comunidades que se acercaron a celebrar la vida de la de esta porción de la Iglesia que peregrina en los partidos de Lanús y Avellaneda.

Las fotos de esa celebración se pueden ver en https://www.facebook.com/media/set/?vanity=DiocesisAvellanedaLanus&set=a.691399616357542

La Homilía completa se trascribe a continuación:

HOMILÍA EN EL 20.° ANIVERSARIO
DE NUESTRO SEMINARIO DIOCESANO SAN PABLO VI

 

Venimos a celebrar juntos, dando gracias a Dios, ante todo, por dos décadas de camino de esta comunidad formativa que es el Seminario de Avellaneda-Lanús. Desde que llegué a la Diócesis percibí con claridad que era este el espacio que el Padre Obispo Rubén Frassia había construido, junto con el presbiterio y el pueblo de Dios, para dar la respuesta tan necesaria a esta «nueva realidad», en la que dos realidades hasta entonces distintas comenzaban a caminar juntas: la respuesta de formar pastores que pudieran acompañar esta realidad nueva y única, la Diócesis de Avellaneda-Lanús. Al celebrar, entonces, estos 20 años, quisiera agradecer a todos los que han trabajado tan intensamente, en los equipos de formadores que se fueron sucediendo a lo largo de la historia y, en particular, a los tres rectores: el padre Ricardo Montiel, el padre Gabriel Favero, y el padre Federico Nadalich. A vos, Gabriel, a quien hoy de algún modo despedimos y con quien hemos conversado mucho acerca de esta transición, quiero agradecerte, en particular, tu apertura y fraternidad para poder dialogar y discernir. Y a vos, Federico, que inicias tu servicio como rector, y a todos los que integran hoy el equipo de formadores, quiero agradecerles la disponibilidad y la generosidad, que han sido fundamentales para poder discernir los pasos a dar en este momento del Seminario y de nuestra Diócesis.

Veinte años de camino: no son muchos, pero tampoco son pocos. Celebramos este aniversario dando inicio a lo que, de algún modo, será un nuevo período al asumir el padre Federico la conducción de la comunidad formativa, pero también acompañando a Ezequiel Pidote, que será instituido en el ministerio del lectorado, y a Agustín Gallo, Carlos Álvarez Zurita, Kevin Silva y Nahuel Mercurio, que serán admitidos como candidatos a las sagradas Órdenes.

Los textos bíblicos, que fueron proclamados y vienen a iluminar esta celebración, son las lecturas de la Misa de los santos pastores*. Nos descubren el misterio del Señor como pastor de su pueblo. Es un lindo misterio para contemplar en esta celebración. Lo hacemos en la memoria de san Pío de Pietrelcina; lo hacemos también, de un modo especial, recordando a san Pablo VI, patrono de nuestro Seminario. Aunque la Iglesia celebra su memoria el 29 de mayo, fecha de su ordenación presbiteral, nosotros también lo recordamos en esta fecha cercana al 26 de septiembre, el día de su nacimiento en 1897, cuando le fue dado el nombre de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini.

Así, entonces, al celebrar estas dos décadas de esta experiencia formativa, ponemos en el centro este misterio: el misterio de Jesús, que da cumplimiento a la profecía de Ezequiel, ocupándose del rebaño, librándolo de la dispersión, reuniéndolo y apacentándolo. ¡Qué hermosa imagen nos regala hoy la Palabra para pensar el misterio de esta joven iglesia diocesana, esta porción del pueblo de Dios al sur del conurbano bonaerense!

El seminario, como dije antes, fue concebido como una posibilidad de servicio a la nueva realidad de Avellaneda-Lanús, un modo de formar pastores que puedan reunir lo disperso, que sepan apacentar, cuidar. El libro del profeta Ezequiel nos indica buenos propósitos para el plan de estudios, para hacer converger el discipulado configurativo, que es la realidad de la formación inicial. Señalemos estos grandes propósitos: aprender a buscar a la oveja perdida, aprender a hacer volver a la descarriada, aprender a vendar a la herida y a curar a la enferma, y aprender también a exterminar toda tentación de apacentarnos a nosotros mismos, de dejarnos llevar por los egotismos ambiciosos de poder que engordan egos enfermos y robustecen autoritarismos destructivos. Dejemos actuar al buen Pastor, que sabe exterminar la ambición y la prepotencia, porque él —como dice el profeta— apacienta con justicia.

El evangelio de Juan completa el plan de estudios con el propósito extremo, tal vez el más importante, porque en la cúspide del aprendizaje pastoral, pone el aprender a dar la propia vida en contraposición a la actitud de quienes abandonan frente a los peligros y la dispersión. Es una buena imagen para estos tiempos de tantos peligros y tantas dispersiones. Cuánto me alegra pensar que se están preparando escuchando la voz del Señor para ayudar a sus hermanos a escuchar también su voz, porque es escuchando su voz que podemos cuidar, hacer descansar y apacentar a su pueblo tan cansado y a veces tan descuidado.

Ezequiel, celebramos tu institución en el ministerio del lectorado. El evangelio te da una buena imagen para meditar en este tiempo: escuchar la voz del Pastor, escucharlo a él. Creo que de eso se trata: de escuchar y enseñar a escuchar, poner su voz en el centro.

Hoy celebramos también su admisión a las Órdenes, queridos Carlos, Agustín, Nahuel y Kevin. Con este rito decimos que han alcanzado la madurez suficiente en el discernimiento y, por este motivo, manifiestan públicamente y ante mí su propósito de recibir las sagradas Órdenes; propósito que yo recibo públicamente, ante toda la Iglesia, con enorme alegría y esperanza.

En el último tiempo, conversaba con algunos sacerdotes sobre las tentaciones de este tiempo, también esas tentaciones internas, propias del ministerio, y sobre todo, la tentación del clericalismo, de la que Francisco habla tanto. Y recordábamos una frase del cardenal Carlo Maria Martini, que quisiera citar en esta celebración para que la tengamos presente y aprendamos a cuidarnos de ella. El vicio clerical por excelencia —decía el cardenal Martini— es la envidia, acompañada por la vanidad y la calumnia. Y agregaba: el «carrerismo» es un mal malísimo para la Iglesia, ya que se intenta decir lo que gusta al superior y se actúa según cada uno se imagina que le gustaría al superior[1].

Hoy los admito como candidatos al ministerio ordenado, queridos seminaristas. Pero les pido por favor que traten de alejar de ustedes cualquier tentación de este «vicio clerical». Sean libres, digan aquello que piensan, busquen con intensidad y sinceridad todo lo que necesiten. Acá estoy, voy a escucharlos siempre. Necesitamos experimentar un ambiente sano de fraternidad —esa es la levadura de la formación sacerdotal—, en el cual todos podamos mostrarnos tal cual somos y nos cuidemos unos a otros. Cuidarnos con mucha atención, porque fácilmente podemos encontrarnos en «ambientes turbios», donde se esconde mucho, donde no suelen abordarse los temas con claridad. Ya les hablé en otros momentos de la insana cultura del silencio, que termina resultando en una búsqueda de supervivencia en el ocultamiento.

En torno a esta experiencia de fraternidad, se acercan semanas intensas para la Iglesia con la celebración del «sínodo sobre la sinodalidad». Es un sínodo que nos propone poner al centro de nuestra vida eclesial la búsqueda en común de la voluntad de Dios; escucha hacia dónde el Espíritu nos invita a caminar; escuchar para participar, para vivir la comunión y para lanzarnos a la misión.

Pidámosle a san Pablo VI, nuestro patrono, que siga enseñándonos —a nosotros y a toda la Iglesia— a caminar juntos.

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda, 23 de septiembre de 2023.

* Ezequiel 34, 11-16; Salmo 22, 1-6; Juan 10, 11-16.
[1] De un discurso a un grupo de sacerdotes, recogido por el diario La Repubblica del 5 de junio de 2008.