Querida comunidad diocesana:
El próximo lunes se cumplen 10 años de ministerio del Papa Francisco como obispo de Roma y sucesor de san Pedro. En la memoria de muchos de nosotros está bien presente la imagen de aquel 13 de marzo de 2013, cuando el que conocíamos hasta entonces como Cardenal Bergoglio se asomaba en el balcón de la Basílica de San Pedro, revestido de blanco, para saludar y bendecir por primera vez a la Iglesia de Roma reunida en la Plaza y a quienes lo seguíamos expectantes desde lejos:
Hermanos y hermanas, buenas tardes. Ustedes saben que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo…, pero aquí estamos. Les agradezco la acogida. (…) Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad.[1]
Han sido diez años de un intenso ministerio, que ha tenido repercusiones que desbordan ampliamente el ámbito eclesial, un pontificado que ha tenido desde el primer momento y tiene todavía hoy un fuerte impacto en la realidad global contemporánea. En estos días y semanas, las páginas de publicaciones —católicas y no católicas— del mundo entero se llenarán de recordatorios, homenajes y reflexiones alusivas. Por mi parte, sin ninguna pretensión de añadir todavía otro análisis, quise escribirles estas breves líneas para invitarlos a celebrar este aniversario como comunidad diocesana, como pueblo de Dios peregrino en Avellaneda y Lanús. No se trata sólo del aniversario de una elección, que sería apenas un episodio anecdótico, sino diez años de un ministerio pastoral, que nos anima y nos interpela como pueblo creyente.
El ministerio de Francisco se ha caracterizado, en algún sentido, por ser un pontificado de gestos. ¿Cómo olvidar el gesto inaudito de aquel 13 de marzo, cuando el nuevo Papa, antes de bendecir a su pueblo, se inclinó en silencio ante él para pedirle su oración y su bendición? ¿Cómo no evocar aquí su primer viaje apostólico, en julio del mismo año, a la isla de Lampedusa, testigo del sufrimiento de miles de personas en busca de refugio, para denunciar la «globalización de la indiferencia» y la «cultura del descarte» que marcan las sociedades contemporáneas? ¿Cómo no recordar también aquella noche del 27 de marzo de 2020, cuando desde nuestros hogares lo veíamos atravesar, a paso lento y seguro, la Plaza San Pedro hasta el atrio de la Basílica para presidir un momento de oración, que alentó a una esperanza comprometida de cara a la pandemia del covid-19? La evocación podría prolongarse extensamente…
A estos gestos elocuentes, cargados de significación evangélica, se suman las palabras y acciones pastorales que han convocado a toda la Iglesia a entrar en un camino de continua y profunda conversión. Esta es la faceta del pontificado de Francisco que me gustaría subrayar en este aniversario. El ministerio de Francisco recoge, para decirlo brevemente, el fruto de una larga maduración eclesial, de un camino compartido por la Iglesia, y en particular, la Iglesia peregrina en América Latina, bajo el impulso y el mandato del Concilio Vaticano II. Muchos de los acentos de Francisco provienen de esta experiencia y se comprenden mejor a la luz de este camino: el llamado a redescubrir la misericordia y la alegría del evangelio; la convocatoria amplia a una fraternidad comprometida; la atención a los últimos, postergados y descartados de nuestras sociedades; la opción preferencial por los pobres y sufrientes, unida a la escucha compasiva del grito de la tierra, nuestra «casa común»; la invitación a ser y sentirse pueblo, parte de un «nosotros» capaz de incluir a toda persona; la insistencia en la dignidad bautismal, como fuente de nuestra común pertenencia y responsabilidad en la comunidad eclesial y como antídoto al clericalismo que amenaza con impregnar todos los ambientes… A lo largo de diez años de fecundo ministerio, Francisco nos ha llamado —y nos sigue llamando— a salir del letargo y de nuestros encierros para caminar juntos hacia un «estilo eclesial» marcado por la misericordia, el discernimiento compartido y la conversión siempre renovada del corazón y de la vida y misión de la comunidad cristiana. El próximo sínodo, cuya primera asamblea comenzará en el mes de octubre, pero está desde hace tiempo en marcha,[2] sin duda es un hito significativo de este camino.
Misericordia, discernimiento, conversión: estos acentos del ministerio de Francisco nos interpelan en este aniversario. Son invitación a la acción de gracias: todos ellos nacen del corazón mismo del evangelio y desde él le hablan a la Iglesia, a esta Iglesia que somos todos, juntos, en comunión. Son llamado a una renovación, que nos pide salir, ponernos en camino, y por encima de las dificultades y la aridez de nuestros esfuerzos, nos descubre la frescura y la vitalidad del evangelio. Son motivos que pueden inspirar nuestra súplica: oración por Francisco y su ministerio, por nosotros mismos y toda la Iglesia, y por nuestro mundo, que con justa razón espera de nosotros un testimonio transparente y humilde de misericordia, de fraternidad y de esperanza.
Los invito, entonces, a no dejar pasar este aniversario. Según las posibilidades de cada comunidad, en las celebraciones del domingo 12, lo mismo que en la semana siguiente, hasta el 19 de marzo, aniversario de la Misa para el inicio del ministerio petrino, seguramente sabrán encontrar el modo de hacerlo presente. Los encuentros comunitarios y grupales tal vez puedan ser ocasión para recordar y volver a reflexionar juntos sobre algún aspecto del magisterio de Francisco. Como Diócesis, junto a las demás iglesias diocesanas de las regiones pastorales Buenos Aires y Platense, nos uniremos también en la Misa de acción de gracias en la Basílica de Luján mañana, 12 de marzo, a las 11 h; desde ya están invitados todos los que deseen acompañarme.
Reciban mi saludo y mi bendición.
Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda, 11 de marzo de 2023.
[1] Francisco, Primer saludo del Santo Padre, 13 de marzo de 2013.
[2] Sínodo 2021-2024: Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión: www.synod.va (marzo 2023).