FIESTA DE SANTA TERESA DE JESÚS
PATRONA DE LANÚS

 

El miércoles 15 de octubre nuestra Diócesis de Avellaneda-Lanús celebró a Santa Teresa de Jesús, patrona de Lanús, y patrona secundaria de toda la diócesis, con el lema “Con Santa Teresa, peregrinos de esperanza”. A las 18 h se realizó un momento de oración en la Capilla Santa Teresa de Jesús, a las 18.30 la procesión hasta la parroquia San Judas Tadeo, donde se celebró la misa central que presidió el Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni, acompañado de sacerdotes y diáconos.

Homilía del Obispo

FIESTA DE SANTA TERESA DE JESÚS
PATRONA DE LANÚS

Homilía – Con Santa Teresa de Jesús, peregrinos de esperanza.

 

Evangelio: Jn 4, 5-15 — “Dame de beber”

Jesús llega cansado. Tiene sed. Se sienta junto al pozo y le dice a una mujer samaritana: “Dame de beber.” Qué escena tan simple y tan profunda. Dios tiene sed. El que todo lo creó, el que todo lo puede, se nos muestra cansado, necesitado, mendigando un poco de agua.

Ahí empieza el Evangelio de hoy: con un Dios que pide. No un Dios que exige, no un Dios que juzga, sino un Dios que se sienta al borde del pozo y nos mira. Un Dios que busca encuentro. La samaritana no lo entiende, le pregunta cómo puede ser que un judío le pida de beber a una mujer de Samaría. Pero Jesús no busca explicaciones: busca su corazón. Y le dice: “Si conocieras el don de Dios…”

Eso es lo que venimos a buscar hoy: el don de Dios, ese don que sacia la sed más honda. Porque todos tenemos sed. Sed de sentido, de amor, de esperanza. Sed de justicia, de paz, de un país donde se pueda vivir sin miedo. Jesús nos ofrece ese don, el agua viva que brota hasta la vida eterna. No el agua que calma un rato, sino la que transforma desde adentro.

Pero para recibirla, primero hay que reconocer la propia sed. Y eso cuesta, porque vivimos en un tiempo donde parece que el ideal es no necesitar a nadie. Ser autosuficientes, competir, ganar. Y cuando alguien no puede, cuando alguien cae, cuando alguien tiene hambre o sufre, enseguida aparece la tentación de culparlo. De pensar que el pobre lo es porque no se esforzó, que el que está abajo lo está porque no supo subir.

Esa lógica no es evangélica. No tiene nada que ver con Jesús. El Evangelio no culpa al que sufre: se acerca a él. El Evangelio no se aparta del pobre: se inclina ante él.

El Papa León XIV, en su exhortación Dilexi te, lo dice con palabras luminosas: “Los pobres no son un problema. Son un lugar de encuentro.” El amor cristiano —dice el Papa— se inclina, se hace concreto, toca la carne del hermano. No los usa, no los olvida, no los culpa.

Y eso, en este tiempo, suena profundamente profético. Porque mientras algunos discursos se lavan las manos diciendo que los pobres son responsables de sus males, otros los usan como excusa para perpetuar sus intereses. Y el Evangelio nos pide otra cosa: ni desprecio ni clientelismo, ni pobrismo ni indiferencia. Responsabilidad fraterna. Compromiso real. Cercanía que sana.

Tengo 54 años —y muchos de ustedes también vivieron lo mismo—. Viví tres grandes crisis en nuestra Argentina: la del 89, con la hiperinflación; la del 2001, con el corralito; y esta que hoy todavía atravesamos, con la inflación, la incertidumbre y la vida cotidiana que se hace cuesta arriba. Los gobiernos cambiaron. Los nombres cambiaron. Las ideologías cambiaron. Pero los que siempre terminan pagando los platos rotos son los mismos: los más pobres.

Y uno se pregunta: ¿qué aprendimos? ¿Dónde buscamos el agua que sacia? ¿En los pozos viejos de la autosuficiencia o en ese pozo donde Jesús nos espera, cansado, humilde, con sed de nosotros?

Santa Teresa decía: “Solo Dios basta.” Pero no como quien se encierra en su fe y se desentiende. “Solo Dios basta” significa que, si nos llenamos de su amor, no nos falta nada para amar al prójimo. Que si bebemos de su agua, podemos convertirnos también en fuente para otros.

Hoy, como comunidad, queremos decirle al Señor: “Danos de esa agua.” Danos de tu agua, Jesús, para no cansarnos de creer, para no rendirnos ante la injusticia, para no acostumbrarnos al dolor de los pobres. Queremos ser, como Santa Teresa, peregrinos de esperanza: peregrinos que caminan juntos, que se levantan unos a otros, que no miran desde arriba; peregrinos que no huyen del mundo, sino que lo aman con la ternura de Dios.

Que el Señor, al encontrarnos junto al pozo de esta historia, nos regale su agua viva, nos despierte del individualismo y nos devuelva la alegría de ser hermanos. Porque todavía hay un Dios que tiene sed de nosotros, y un mundo entero que tiene sed de Dios.

☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Lanús, 15 de octubre 2025.