SALUDO A LOS DIÁCONOS EN SU DÍA

Queridos diáconos:

En este día del diácono, fiesta de su patrono, san Lorenzo, diácono y mártir, llego a ustedes para saludarlos y expresarles de corazón mi sincero agradecimiento por su ministerio en medio de nuestras comunidades. Como les he dicho ya en varias ocasiones, la recuperación del diaconado como expresión ministerial estable y propia en la Iglesia es uno de los grandes dones que ha suscitado el Espíritu en nuestro tiempo con la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo que damos gracias al Señor de la Iglesia por este paso y este camino, rezamos también por cada uno de ustedes, con gratitud por su vocación y su testimonio, pidiendo la gracia de la fidelidad y la alegría en la tarea que Cristo ha querido confiarles.

En Pentecostés de este año, con las orientaciones pastorales que propuse, invité a toda nuestra comunidad diocesana a entrar en una nueva etapa pastoral. Lo hacemos en el marco más amplio del camino de renovación que la Iglesia universal ha mpreendido, guiada por las enseñanzas del Papa Francisco y en el espíritu del Concilio Vaticano II. Lo hacemos también a la luz del próximo Sínodo, convocado en torno al tema «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión», que nos llama a entrar en una conversión personal y comunitaria. En este día quisiera invitarlos de manera especial a ustedes, diáconos, a comprometerse personalmente en esta renovación y, desde la identidad y la misión propia de su ministerio, hacer su aporte a la revitalización y el fortalecimiento de las comunidades locales.

En mi carta del domingo de Pentecostés, he querido señalar tres acentos del magisterio reciente del Papa Francisco que nos guiarán en esta nueva etapa pastoral. A la luz de esos tres acentos, los invito a ustedes a renovar su servicio:

Servidores en la Iglesia del Evangelio. El Papa nos llama a volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio. La Iglesia no vive ni existe para sí misma, sino para hacer presente el Evangelio en cada momento histórico. Somos una Iglesia en salida, llamada a una continua conversión pastoral y misionera. Nuestra prioridad es vivir, celebrar y anunciar con palabras y obras la Buena Noticia. Les agradezco todos los esfuerzos que realizan en este sentido, y los invito a profundizar todavía más este servicio que, en el ministerio propio de los diáconos, ocupa un lugar de primera importancia. Sean servidores de la comunidad reunida en torno a Cristo en asamblea festiva; allí donde se los necesite, animen su celebración y prediquen la Buena Noticia. Proclamen la Palabra, acompañen iniciativas de anuncio, animen caminos catequísticos. Recuerden las palabras que el obispo les decía el día de su ordenación, mientras ponía el libro de los Evangelios en sus manos: «Recibe el Evangelio de Cristo, del cual eres mensajero. Cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas».

Servidores en la Iglesia de la cercanía misericordiosa. Como comunidad cristiana, el Evangelio nos llama a testimoniar la misericordia de Dios al modo de Jesús, estando cerca de los pobres y de quienes sufren. Nuestra cercanía sincera y comprometida se convierte en el criterio de verificación de nuestro seguimiento de Jesús. Se trata, sobre todo, de abrir nuestras puertas para acoger, escuchar, acompañar y servir a los más necesitados, siguiendo el ejemplo y el mandato de Cristo. Reconozco con gratitud lo mucho que hacen, queridos diáconos, en el servicio a los más pobres; permítanme invitarlos hoy a fortalecer este servicio. Recuerden el testimonio de su patrono, Lorenzo, que supo reconocer en los más pobres y en el servicio a ellos, el verdadero tesoro de la Iglesia. Como les dije al ordenar siete nuevos diáconos para nuestra Iglesia diocesana, el 10 de julio del año pasado, cuídense mucho de ser como el levita de la parábola (Lc 10, 29-37), que al ver al hombre caído al borde del camino, siguió de largo. Cuídense de convertirse en celosos guardianes de honores y dignidades, que
pasan indiferentes ante el sufrimiento humano. Sean, en cambio, el samaritano del que habla Jesús, sean el hombre de la compasión. Déjense tocar, interpelar y conmover por quienes encuentren, y aprendan de Jesús a dejarse sacar de su propio camino para hacerse prójimos, como él se hizo nuestro prójimo.

Servidores en una Iglesia en camino sinodal. La conversión pastoral y misionera de la Iglesia pasa necesariamente por una conversión sinodal. Esto implica caminar juntos, escuchando lo que el Espíritu dice al pueblo de Dios. Reconociendo la común dignidad bautismal que nos une, somos todos y todas corresponsables de la misión de la Iglesia. Una conversión sinodal parte de esta convicción, e implica comprometerse en el diálogo y la escucha recíproca para discernir juntos los pasos que el Evangelio nos llama a dar. El Instrumento de trabajo preparatorio al próximo Sínodo ha recogido, de las asambleas pre-sinodales tenidas en todo el mundo, algunas indicaciones en este sentido. Recogen, en particular, «el deseo de que obispos, presbíteros y diáconos ejerzan su ministerio con estilo sinodal, reconozcan y valoren los dones y carismas presentes en la comunidad, animen y acompañen los procesos de asunción comunitaria de la misión, garanticen decisiones en línea con el Evangelio y en escucha del Espíritu Santo» (Instrumentum laboris, p. 43). También en este aspecto quisiera agradecerles lo mucho que hacen, y así como los invito a ser hombres de la Palabra y de la compasión, les pido que sean también hombres de la escucha y servidores de comunión en medio de la comunidad donde Cristo ha querido llamarlos.

*  *  *

Queridos diáconos: mi mensaje se ha extendido un poco, pero estoy seguro de que sabrán comprenderme. Sepan que estas palabras nacen de la convicción de que el ministerio diaconal, el servicio que cada uno de ustedes realiza, es verdaderamente un don del Espíritu para la Iglesia y, en ella, para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Desde esta convicción y con sincera gratitud, los invito a asumir plenamente estos acentos del Evangelio que el Papa Francisco nos recuerda continuamente y que
pueden guiarnos en nuestro esfuerzo por revitalizar y fortalecer las comunidades locales en nuestra Diócesis. Que el testimonio y la intercesión de san Lorenzo, diácono y mártir, nos inspire y anime en esta tarea.

Les renuevo mi saludo fraterno en este día, que extiendo también a sus esposas, sus hijos y sus familias que los acompañan en su ministerio.

Con mi bendición y mi gratitud por su servicio.

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda, 10 de agosto de 2023, fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir.