SALUDO EN EL DÍA DE LAS TRABAJADORAS
Y LOS TRABAJADORES

 

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En este día de San José Obrero, día de los trabajadores, memoria de aquel que fue custodio de Jesús, padre de familia y obrero, les hago llegar mi saludo y, al mismo tiempo, los invito a renovar nuestra oración por el trabajo.

En la historia de la humanidad, el trabajo ha sido parte esencial de la vida de cada ser humano. Desde los primeros relatos bíblicos, vemos cómo Dios encomendó al hombre la tarea de cultivar y cuidar la tierra (Gn 2, 7.15). El trabajo no es una maldición ni una condena, sino una bendición y una dignidad dada por Dios. En un mundo donde el trabajo y los trabajadores son a menudo despreciados, humillados y deshumanizados, es esencial recordar esta dignidad del trabajo. El trabajo digno es una señal de la dignidad inalienable del ser humano, un derecho fundamental que nadie debería ser privado de tener.

La Iglesia, desde sus inicios, ha proclamado la importancia y la dignidad del trabajo. Desde los tiempos de los Padres de la Iglesia hasta nuestros días, el magisterio de la Iglesia ha defendido la justicia laboral y la dignidad del trabajador. Por eso, en este día, renovamos nuestra convicción de que el trabajo digno es esencial. Abogamos por condiciones laborales justas, salarios dignos y el respeto de los derechos laborales. Reconocemos la responsabilidad del empleador, la solidaridad entre empleadores y empleados, y la responsabilidad del Estado en asegurar la justicia y defender a los más débiles.

Queremos, además, agradecer a aquellos que generan fuentes de trabajo digno, con condiciones justas y respetuosas. La solidaridad fundada en la justicia, no en la dádiva, es esencial para mantener la dignidad del trabajo humano.

Nuestra fe nos mueve a comprometernos para devolver al trabajo su genuina vocación: no solo como un medio para ganar el sustento, sino como una expresión de la dignidad humana, para desarrollar nuestras capacidades y potencialidades, para servir a una sociedad justa y fraterna, y para vivir como pueblo solidario (Francisco, Fratelli tutti, 162).

En una sociedad donde falta el pan en muchas mesas, la medicación para los mayores, la educación para los jóvenes y el trabajo digno para los trabajadores, nuestra fe nos llama a actuar. Que podamos servir para que a nadie en nuestro pueblo le falte el pan cotidiano ni el trabajo digno con el cual ganárselo, crecer y desarrollarse, y hacer su aporte a una sociedad más justa, a una patria de hermanas y hermanos.

Que san José Obrero, patrono de los trabajadores, interceda por todos nosotros. Que Dios nos bendiga y nos guíe en nuestros esfuerzos por construir una sociedad más justa y fraterna, la Argentina de trabajadores. Nuestro saludo especial a los gremios y sindicatos, a los trabajadores informales, a los trabajadores de las economías populares, a los trabajadores rurales y urbanos, y a todos los trabajadores y las trabajadoras.

Mi afecto y bendición,

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Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda-Lanús, 1.° de mayo de 2024.