Testigos de la Fe

“Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo»”

(1 Pedro 1, 15-16)

En nuestra diócesis de Avellaneda-Lanús se dieron los primeros pasos para el posible inicio de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Jorge Cristian Pérez (1977-2000), joven laico de nuestra Diócesis.

Y recientemente se han recuperado e identificado los restos de Antero
Daniel Esquivel (1945-1977), catequista y referente eclesial de Lanús desaparecido y asesinado durante la última dictadura militar en Argentina.

Testigos de la Fe

 

Jorge Cristian Pérez

 

Jorge Cristian Pérez nació el 28 de setiembre de 1977 en la Ciudad de Buenos Aires. Era el tercero de los cuatro hijos nacidos del matrimonio de Roberto Horacio Pérez y Mercedes Celeste Ferreyra, celebrado en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, de Sarandí, el 4 de mayo de 1961. Fue bautizado a los tres meses de vida, el 7 de enero de 1978, en la Parroquia San José, de Villa Domínico, y creció junto a su familia en la ciudad de Wilde. Su papá falleció cuando tenía 12 años.

Transitó su educación en escuelas de gestión pública de la zona y, finalizada su formación secundaria, inició los estudios del profesorado de geografía en el Instituto Superior Dr. Joaquín V. González, de la Ciudad de Buenos Aires.

Cuando tenía alrededor de 16 años, se acercó a la Parroquia Nuestra Señora de Luján de Sarandí, invitado por amigos y compañeros de Colegio. Se integró a los Jóvenes de la Acción Católica Argentina (JAC), pasó por los grupos pre-juveniles y juveniles de la comunidad, y participó activamente de los Vía Crucis vivientes organizados por la Parroquia todos los años. Amaba el deporte y, en particular, el fútbol; amaba también la música, y llegó a integrar con otros jóvenes de la Parroquia una banda de rock y blues, en la que tocaba el bajo y con la que ganaron los Torneos Juveniles Bonaerenses de 1994 con una canción escrita por él. Viajó con su grupo musical a Barcelona (España) representando a la provincia de Buenos Aires en esa competencia.

A inicios del año 1996, llegó a la Parroquia Santa Catalina, de Dock Sud, impulsado por una actitud generosa para colaborar en la conformación de los grupos nuevos de la JAC recientemente oficializados. Allí comienza para él un tiempo de crecimiento interior muy notable. Descubre las riquezas de la dirección espiritual con un sacerdote y profundiza un camino de amistad con Jesús, que le abre nuevos horizontes en la oración y el apostolado. Empieza a frecuentar el sacramento de la Penitencia, y se prepara para recibir los sacramentos de la primera Comunión y la Confirmación, que recibió ese mismo año. Comenzó a asomar en Jorge su capacidad de liderazgo, siendo dirigente del grupo pre-juvenil en esa Parroquia. También en ese mismo año se oficializa en la Acción Católica, recibiendo con alegría y orgullo su escudo.

Con su animación y cuidado, la guitarra al hombro y una gran habilidad deportiva, acompañaba a los jóvenes de su edad o más pequeños, no sólo desde el lugar de dirigente, sino también desde una profunda amistad y hermandad para con ellos. Jorge era, para muchos de ellos, como un hermano mayor y aquel que les mostró el camino hacia Jesús. En su familia era considerado “el bueno”; buscaba siempre el equilibrio de las cosas, y buscaba vivir involucrando a Jesús en todo. Supo contener y acompañar a su hermana menor, cuando quedó embarazada siendo soltera, a los 20 años, en medio de un clima familiar de mucha tensión. En la comunidad parroquial, era un joven muy querido y considerado especialmente maduro en relación con su edad. Quienes lo conocieron, testimonian que era apasionado en la búsqueda de la santidad, no sólo para sí sino también para los demás; se lo veía realmente feliz sintiéndose cerca de Dios y practicando su fe, y creía en la fuerza de la oración. No esperaba que los jóvenes se acercaran a la Parroquia, sino que los iba a buscar, especialmente por medio del deporte. Sentía alegría en el dar y el servir a los demás; vivía a la luz del Evangelio lo sencillo de cada día. Participaba de la Misa dominical y, siempre que podía, en los días de la semana; gozaba de escuchar la Palabra de Dios y recibir la sagrada Comunión; amaba rezar y cantar junto al Sagrario e invitaba a otros jóvenes a acompañarlo. Desde allí se sentía atraído por Jesús.

Una experiencia vocacional de tres días, en el segundo semestre de 1997, le permitió confirmar que su vocación era la vida laical en la Parroquia junto a sus amigos, la familia, su novia y el estudio.

En enero de 1998, comenzó a formar parte del grupo misionero de la misma Parroquia Santa Catalina, de Dock Sud. Participó ese verano de la misión en el paraje Los Rosales (provincia de Salta), y al año siguiente, en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, en Nueve de Julio (provincia de San Juan), donde compartió toda la Semana Santa y es recordado hasta el día de hoy. Quedó tan vinculado de tal modo a la gente de ese lugar que meses más tarde quiso regresar, adelantándose unos días a la Asamblea Federal de la Acción Católica Argentina, cuya sede fue la Capital de esa misma provincia.

Como tantos jóvenes de nuestros barrios, trabajaba para ayudar al sostenimiento de su familia, para costear sus estudios y para participar de eventos como la Jornada Mundial de la Juventud. De lunes a viernes, por la mañana, hacía tareas de limpieza y cuidado del templo de la Parroquia de Luján, en Sarandí, y los sábados por la mañana en los patios del Colegio Santo Tomas, cercano a la Parroquia.

Mientras realizaba su tarea de custodio del templo parroquial, se dirigía frecuentemente hacia el Sagrario; allí ofrecía a Cristo su servicio del apoyo escolar a otros jóvenes de la Parroquia Santa Catalina de Siena, que tenían dificultades en sus estudios secundarios. Cuando uno de estos jóvenes se acercó para agradecerle, tras haber aprobado una materia que le impedía pasar de curso, Jorge le respondió: “Agradecele a Jesús en el Sagrario, no a mí”.

Generalmente se desplazaba en bicicleta, y organizó con otros jóvenes las llamadas “bicicleteadas”, siendo aún en esos momentos deportivos, un joven espiritual e inquieto en el apostolado.

Jorge vivió intensamente los tres años de preparación para el gran Jubileo del año 2000. Siguió el itinerario propuesto por la Iglesia en honor a la Santísima Trinidad, y llegó a inscribirse y abonar algunas cuotas del viaje para la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Roma durante el año jubilar, de la que finalmente no pudo participar.

Tenía tiempo para todos, para su familia, para la Parroquia, para su novia, trabajo y estudio, siempre con sencillez y humildad, con su sonrisa, con su paz y con Dios.

El último fin de semana de su vida, trabajó como siempre en el Colegio la mañana del sábado, participó por la tarde en las actividades de su Parroquia y, al atardecer, fue a la Misa de la Parroquia Luján de Sarandí, declarada iglesia jubilar en la Diócesis, con el claro deseo de recibir la indulgencia plenaria. Al día siguiente participó de una convivencia con los jóvenes de su Parroquia para planificar el año, en un camping de Villa Elisa, donde se lo vio rezar el Rosario mientras otros jugaban al futbol. Al anochecer regresó a su casa, donde encontró a su mamá, que pronto saldría a su trabajo en el que permanecería el resto de la semana. La acompañó a la parada del colectivo, y allí un disparo de arma de fuego, proveniente de un enfrentamiento cercano, lo hirió mortalmente. Cuando era trasladado al hospital, un amigo de uno de sus hermanos le prometió venganza para quienes lo habían herido, y Jorge le respondió: “dejalos, yo ya los perdoné”.

Falleció en el hospital de Wilde a las 00:01 del 6 de marzo de 2000. Jorge tenía entonces 23 años. A su velatorio se acercó muchísima gente y, por supuesto, jóvenes venidos de distintos lugares: de su barrio, de su Parroquia, de otras Iglesias, compañeros del secundario y compañeros del profesorado. La Misa exequial se celebró en Parroquia Santa Catalina y, cuando el cortejo fúnebre pasó por la Parroquia de Luján, junto con el sonar de las campanas a duelo, el personal y el alumnado del colegio Santo Tomas, salieron a despedirlo y rendirle homenaje. Sus restos descansan en el cementerio de Avellaneda.

Desde que falleció, fueron muchos — amigos, familiares, comunidades parroquiales, vecinos del barrio— los que guardaron su memoria y la convicción de que Jorge era “alguien especial”, lleno de fe en el Señor y de una generosidad extraordinaria, que alimentaba la esperanza de vivir. Se conservaron elementos personales, retratos; cada año se celebra, en la fecha de su muerte, una Misa en memoria suya, y algunos se animaron incluso a pedirle gracias diversas según las circunstancias; hay quienes atribuyen a su intercesión gracias en relación con la salud de seres queridos. Para algunas personas, incluido su hermano Roberto, el testimonio de Jorge se convirtió en impulso para acercarse a Dios y la comunidad eclesial, y para reorientar su propia vida. En su tumba, al cumplirse el primer año de su fallecimiento, los jóvenes le dedicaron una hermosa lápida con un escudo de la Acción Católica Argentina y una frase de Paul Claudel que a él le gustaba mucho repetir: “La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”.

 

Antero Daniel Esquivel

 

Daniel había nacido el 3 de enero de 1945 en Quyquyo, Paraguay. Ya en su país de origen, formó parte de la Juventud Obrera Católica (JOC). En febrero de 1970 emigró a Buenos Aires en busca de un trabajo estable y se radicó en Villa Fiorito, Lomas de Zamora. Trabajó como obrero de la construcción, pintor y electricista de obra.

Junto con otros jóvenes compatriotas, crea la Juventud Obrera Católica de inmigrantes paraguayos en Buenos Aires. Posteriormente, en la Semana Santa de 1970, impulsa y promueve junto a sus compañeros la fundación del Equipo de Pastoral Paraguayo en Argentina (EPPA). Comprometido en la causa del Evangelio de Jesucristo y de profundo amor a la Virgen de Caacupé, era catequista en la comunidad de Virgen de los Trabajadores, de Villa Caraza, en Lanús (entonces Diócesis de Lomas de Zamora), donde hasta el día de hoy es recordado con inmenso cariño y admiración. Era reconocido por su bondad y su compromiso por los más necesitados.

Fue secuestrado y desaparecido el 2 de febrero de 1977, a la edad de 32 años (legajo CONADEP 1853). Pocos días después, en una Carta Pastoral de Cuaresma leída en todas las comunidades de la Diócesis de Lomas de Zamora, el entonces Obispo diocesano, Mons. Desiderio Collino, denunció públicamente la desaparición. Esta carta pastoral, es mencionada en dos ocasiones por la obra “La verdad los hará libres”, recientemente publicada, a cargo de un equipo de especialistas de nuestra Universidad Católica Argentina[1]. El testimonio del Padre Obispo Virgilio Bressanelli, incluido en la misma obra, dedica un breve pero significativo párrafo a Daniel[2].

En 2005, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) exhumó un esqueleto del Cementerio Municipal de Lomas de Zamora. Los exámenes realizados, incluyendo análisis genéticos que compararon muestras de los restos con muestras de sangre de sus familiares, permitieron determinar que pertenecía a Daniel. Los análisis forenses revelaron que murió por heridas de bala. El informe pericial del EAAF presentado ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, de la Ciudad de Buenos Aires, el 5 de febrero de 2024, concluye: «En virtud de lo hasta aquí expuesto, la ausencia de discrepancias inexplicables, la consistencia de la información antemortem y postmortem, las circunstancias de su desaparición e ingreso al cementerio como así los resultados del análisis antropológico y genético realizado sobre las muestras óseas y las muestras de referencia, justifican la identificación de los restos óseos codificados LZ-35-C-5 # 1 como pertenecientes a ESQUIVEL ANTERO DANIEL, CI 9124181, nacido en Paraguay el día 3 de enero de 1945 y secuestrado el 2 de febrero de 1977 en Lomas de Zamora (Provincia de Buenos Aires), según legajo 1853 de la CONADEP».

Las conclusiones fueron recogidas y aceptadas por el Tribunal competente (Reg. 4/24-P Legajo N.° 118/5, Buenos Aires, 13 de mayo de 2024), que dispuso la rectificación del acta de defunción y la entrega de los restos identificados a la familia.

[1] C. Galli y otros (ed.), La verdad los har{ libres. La Iglesia Católica en la espiral de violencia en la
Argentina 1966-1983, Buenos Aires 2023, I, 686 y 799.
[2] Íd., I, 794.6