El 10 de abril de 2025, a los 79 años de edad y tras 54 años de ministerio sacerdotal, fue llamado a la Casa del Padre nuestro hermano
MONS. ROBERTO MARCIAL TOLEDO,
presbítero de nuestra Diócesis de Avellaneda-Lanús.
Nacido en la ciudad de Diamante, provincia de Entre Ríos, el 2 de mayo de 1945. Inició sus estudios sacerdotales en 1956 en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires y fue ordenado en la Iglesia Catedral provisoria, María Auxiliadora, el 4 de junio de 1970 de la diócesis de Avellaneda.
Ya como seminarista supo desempeñarse con fidelidad como secretario privado del, entonces, Administrador Apostólico de la diócesis de Avellaneda, Monseñor Eduardo Pironio, en el año 1968 y secretario privado del Obispo de la misma diócesis, Monseñor Antonio Quarracino entre los 1968 y 1980.
Siendo sacerdote sirvió con profunda entrega pastoral y espíritu de entrega a la iglesia diocesana ocupando distintos cargos.
Inició y dirigió el Boletín Eclesiástico en dos períodos desde 1970 a 1979 y desde 1985 a 1988. Entre 1970 y 1979 y desde 1985 a 1986 desempeñó diversas funciones administrativas entre las cuales se encuentra el oficio de Vice Canciller, Canciller, Pro Secretario y Secretario General de la Curia diocesana. Fue Vicario General y Moderador de Curia en diversas oportunidades (1986-1988 y 1998-2000), Notario de la Comisión Judicial diocesana (1976-1979), Miembro del Colegio de Consultores diocesanos (1974-1990, 1999-2000 y 2001-2009), Apoderado Legal y Administrador General (1977-1979), Vicario Episcopal de Pastoral (1985-1986), Capellán Militar (1985-1986), Director de la Junta Diocesana de Catequesis y del Seminario Catequístico Diocesano (1986-1988), presidente de la Junta Regional de Educación Católica (1986-1988), Miembro del Consejo de Asuntos Económicos de (1999-2000).
Al ser transferido a otra diócesis Monseñor Di Monte, Monseñor Toledo fue nombrado Administrador diocesano (2000-2001). Luego, desempeñó su oficio como Miembro de la Comisión para la Formación del Seminario (2001), Miembro del Consejo Presbiteral como Decano de Wilde-Domínico (2002) y Confesor del Seminario Pablo VI (2003).
En su primera misión, asumió su labor como párroco en Sagrada Familia, generando diversas iniciativas para llevar adelante la construcción del templo parroquial por él iniciada entre los 1970 y 1972.
Desde entonces, ejerció su ministerio en diversas comunidades: fue párroco de nuestra Señora de Luján de Sarandí entre 1972 y 1973 y desde 2010 al 2016; Vicario de la Iglesia Catedral entre los años 1970 a 1972 y Párroco de la misma en dos oportunidades (años 1973 a 1976 y en 1990); en Villa Echenagucía, fue párroco de San Antonio de Padua entre los años 1980 y 1981 y párroco de Nuestra Señora del
Carmen de Wilde en los años 1981 al 1985 y 2002-2007.
Fue Administrador parroquial en las parroquias Sagrado Corazón de Dock Sud (1974), Nuestra Señora la Conquistadora (1984), Santa Catalina de Siena Dock Sud (1988-1990), San José de Domínico (1989), Nuestra Señora del Carmen (2000) y San Pedro Armengol (2009). Fue Capellán externo de la Catedral en el año 2008.
Acompañó a diversos movimientos presentes en la diócesis: se desempeñó como director del Movimiento de Cursillos de Cristiandad (1970-1976 y 1986-1990), Asesor del Círculo Católico de Obreros de Avellaneda (1973-1976), Asesor diocesano de la Liga de Madres de Familia (1973-1976), vicepresidente de Cáritas (1973-1976, 1985-1988 y 1990), Responsable de la pastoral juvenil (1976-1979), Director Espiritual del Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana (1976-1979 y 1985-1990), Asesor diocesano de la Obra de las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas (1981-1984 y 1985-1988) y Asesor del Servicio Sacerdotal de Urgencia Interdiocesano (Avellaneda – Quilmes) en los años 1976-1979 y 1981-1983.
Representó Legalmente a diversos Colegios: Vicente Sauras, Sagrado Corazón de Dock Sud, Santa Teresita, entre otros.
En 1988, el Papa San Juan Pablo II lo distinguió con la designación de Prelado de Honor de Su Santidad en atención a su extenso y fecundo servicio eclesial.
Su celo pastoral se extendió más allá de los límites diocesanos sirviendo como Secretario Privado del Arzobispo de Buenos Aires Cardenal Antonio Quarracino desde el 22 de setiembre de 1990 hasta la muerte de éste en el año 1998 y miembro del Consejo Arquidiocesano de Asuntos Económicos de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en el año 1994.
Hoy, despedimos a nuestro querido padre Roberto Toledo, haciéndonos eco de las Palabras que su amigo y hermano el padre Osvaldo Cura, dijo en la homilía por sus 25 años de sacerdote, allá por el año 1995: “…nosotros hoy nos congregamos para celebrar la Eucaristía, la Acción de Gracias por excelencia, para alabar al Señor y darle gracias por este hermano nuestro que a través de sus años de sacerdocio ha sido tan dócil al Señor, que Él, en su gran Misericordia, lo ha utilizado para que se cumpla hoy entre nosotros su antigua profecía: “Les daré Pastores según mi corazón” (…). Sobre todas las cosas, sobre todas sus virtudes y sobre todas sus dotes, sobre todo, Roberto es un pastor según el Corazón de Cristo…”
El Señor Jesús, nuestro buen Pastor resucitado,
le conceda ahora el descanso y la paz.
Pbro. Cristian Ariel Ugarte
Canciller
HOMILÍA DE DESPEDIDA A MONSEÑOR ROBERTO TOLEDO
Misa exequial – Catedral de Avellaneda Lanús
Queridos hermanos y hermanas:
Nos convoca hoy el misterio de la Pascua de Cristo. Nos convoca la fe en el Resucitado, en este umbral último de la existencia donde la muerte no tiene la última palabra. Y nos convoca, también, la vida de un hombre: Mons. Roberto Toledo, a quien hoy despedimos en este templo catedralicio que fue su casa, su lugar de entrega, su altar y su cruz.
En medio del dolor, de la tristeza propia de la despedida, elevamos nuestros corazones en una gratitud profunda. Porque la vida de Mons. Toledo fue, ante todo, una vida entregada. Fue un sacerdote de envergadura, de palabra fuerte, de carácter decidido, de presencia notoria. Un pastor que supo caminar con su Pueblo y también, a veces, delante de él, abriendo senderos, discutiendo caminos, pero siempre —siempre— buscando con pasión el rostro de Dios en la historia concreta de los hombres.
Permítanme recordar unas palabras que el Beato Eduardo Pironio le dirigió a él, cuando lo animaba en su vocación[1]:
“¿Qué puedo desearte? Lo que siempre. he deseado para mí: que seas el hombre de Dios, el hombre de la Iglesia y el hombre de los hombres”
Y me atrevo a decir que Roberto, con su estilo propio, con luces y sombras como toda historia humana, quiso encarnar esas tres dimensiones hasta el final.
El hombre de Dios:
Roberto buscó a Dios. Lo buscó en la oración, en la Eucaristía, en los retiros, en la fidelidad diaria a su misión. Lo buscó también en el silencio y en la noche. A veces, en medio de las tempestades de la vida eclesial, en el conflicto, en las incomprensiones… pero nunca dejó de buscarlo. Su fe no fue ingenua, sino madura, trabajada, sufrida. Pero real.
Y Dios lo sostuvo. Y estoy convencido de que hoy lo abraza como Padre.
El hombre de la Iglesia:
Amó a esta Iglesia con amor real, no idealizado. Fue servidor de esta diócesis con una entrega generosa. La caminó, la sostuvo, la defendió, incluso en medio de tensiones. Fue fiel, a su manera, a su modo, con la libertad de los hijos de Dios, pero con esa pertenencia profunda que no se puede negociar. Él entendía que ser Iglesia no es solo repetir estructuras, sino también ser voz profética, hacerse cargo de las tensiones de la historia. Por eso, su voz no pasó desapercibida.
Y fue el hombre de los hombres:
El hombre de la curia y de los barrios, de parroquias y de movimientos, de los micrófonos también, porque creía que el Evangelio debía ser anunciado en todas partes, incluso en la plaza pública.
Fue cercano a muchos. Padre, hermano, amigo. Y también, por qué no decirlo, una figura que despertó resistencias. Porque el Evangelio incomoda. Porque el profeta no busca aplausos, sino verdad., Y porque a veces nuestras debilidades humanas empañan el mensaje. Pero estoy convencido de que muchos hoy, aquí, lo recuerdan con cariño profundo, con gratitud sincera. Porque dejó huella.
Y si alguien dudara del eco que dejó su vida, bastaría con leer la inmensa cantidad de mensajes de condolencia que llegaron al obispado desde que se anunció su partida. Allí, una ola de mensajes profundamente conmovedores habla por sí sola. Fieles de todas las edades y comunidades han compartido recuerdos de su cercanía pastoral, su palabra firme y su presencia en momentos claves. Lo describen como un pastor comprometido, un hombre de oración y un guía espiritual. Agradecen su defensa de los más humildes y su capacidad para tender puentes en tiempos difíciles. Con respeto y afecto sincero, lo despiden con palabras como “Gracias por tanto”, “Buen viaje, Padre”, “Descansá en paz”, y “Hasta el cielo, Mons. Toledo”. Su legado permanece vivo, grabado en el corazón del Pueblo de Dios que peregrina en Avellaneda. Queridos hermanos:
No enaltecemos a nadie. Pero sí damos gracias. Y pedimos por su alma, como lo enseña la Iglesia que confía en la misericordia del Padre. Damos gracias por la entrega, por los gestos ocultos, por las homilías encendidas, por las noches sin dormir, por los silencios profundos, por las luchas interiores, por los sufrimientos ofrecidos en silencio, por los acompañamientos a tantos, especialmente consagrados y sacerdotes. Por el hombre real que fue Mons. Toledo.
Un Joven sacerdotes me alcanzó unas palabras suyas de hace poco tiempo: “Nos toca vivir una etapa apasionante y difícil, algunos de una manera activa, como es tu caso y el de tantos, y otros de una manera simplemente silente y oferente, que también ayuda, porque así como el cirio encendido da luz, el pie – no importa si es de oro, de bronce o de madera – sostiene al cirio para que pueda iluminar”[2]
Y lo encomendamos a María, Madre de la Iglesia, Nuestra Señora de la Asunción, que tantas veces él invocó en sus momentos de oscuridad y en los de luz.
Descansa, Roberto, en la paz del Señor. Que Él te reciba con los brazos abiertos, y que nos permita a nosotros seguir caminando —como vos lo hiciste— con valentía, con pasión, y con esperanza.
Amén.
☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni Obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda-Lanús, 11 de abril de 2025.
[1] Palabras del Beato Cardenal Pironio a Mons. Toledo: ¿Qué puedo desearte? Lo que siempre he deseado para mí: – que seas “el hombre de Dios”: que vive siempre en la intimidad gozosa del Padre para comunicar incesantemente a Dios a los demás, en la Palabra, en la Eucaristía, en la simple presencia; – que seas “el hombre de la Iglesia”: con una perfecta fidelidad a su misterio, con un inmenso cariño por tu Obispo, con una generosa entrega de servicio a todo el Pueblo de Dios que te fuere encomendado. – que seas “el hombre de los hombres”: que los sepas comprender e interpretar, que tengas gran capacidad para asumir sus gozos y esperanzas, que les muestres siempre un corazón pobre y bueno de padre, hermano y amigo que les sepas decir siempre, sin decirlo, qué bueno es Dios y qué lindo es ser sacerdote… Texto que guarda el Padre Sebastián Campero, hijo espiritual del Mons. Toledo.
[2] Texto enviado al Padre Sebastián Zagari