HACIA EL DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

 

Querida comunidad diocesana:

El próximo domingo celebraremos, por quinto año consecutivo, el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en 2019 como jornada íntegramente dedicada «a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios»[1].

Evocando el encuentro del Resucitado con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), el Papa anunciaba así el propósito de esta convocatoria: «que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable»[2]. Las Escrituras abiertas ante nosotros, la Palabra de Dios anunciada a todo el mundo: nuestra relación con la Palabra palpita con este doble movimiento de escucha y anuncio, de apertura a la Palabra que ilumina y nutre nuestras vidas y de apertura misionera, «en salida», a los hombres y mujeres de nuestro tiempo para compartirles, no nuestros proyectos pastorales o nuestras acciones, sino la Buena Noticia de Dios en Cristo. Humildes portadores de una Buena Noticia, nuestra misión nace y se nutre del encuentro orante, creyente, humilde, con la Palabra de Dios, que nos habla hoy (Lc 4, 16-21)[3].

Por mi parte, he recordado este mismo dinamismo en las Orientaciones pastorales para nuestra Iglesia en camino, que les propuse el año pasado en la fiesta de Pentecostés. Allí, hablé de tres acentos que debían guiarnos en el propósito compartido de revitalizar y fortalecer la vida y la misión de las comunidades parroquiales. El primer acento era precisamente este: somos Iglesia del Evangelio. Les decía entonces:

Desde el inicio de su ministerio, invitándonos a una «nueva etapa evangelizadora» marcada por la alegría del Evangelio, Francisco nos ha recordado que, como cada generación que nos ha precedido, también nosotros estamos llamados a «volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio», en la que se nutre nuestra vida y de la que brota también la creatividad y el fervor de la misión[4]. Esta prioridad del Evangelio vivido, celebrado y anunciado, ha de ser patente en todo lo que hacemos y en el modo en que lo hacemos. Es el criterio fundamental de nuestro discernimiento, y la vara con la que medimos la vitalidad de nuestra fe y de nuestras estructuras comunitarias. Porque la Iglesia, cada comunidad cristiana, no vive de sí misma, sino del Evangelio, ni vive para sí misma, sino para hacer presente el Evangelio en hoy de cada momento histórico. «Evangelizar —escribía san Pablo VI— constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar»[5]. Con esta convicción quisiéramos, entonces, entrar también nosotros, como comunidades, en una «conversión pastoral y misionera»[6] para una Iglesia en salida[7].

Este mismo acento puede ser el «espíritu» con que celebremos en pocos días más este 5.° Domingo de la Palabra de Dios. Son muchas las iniciativas que podríamos proponer. Ciertamente, a quienes vivimos en estas regiones del mundo, este Domingo nos encuentra un tanto dispersos en los meses del verano; seguramente podremos aprovechar mejor el mes de septiembre, todo él dedicado a la Biblia, y especialmente el Domingo Bíblico Nacional, que este año será el 29 de septiembre. Lo importante será que el Domingo de la Palabra de Dios no pase desapercibido y que, a lo largo del año, hagamos el mayor esfuerzo por dar a la Palabra el lugar que en verdad está llamada a tener en nuestra vida personal y comunitaria. No viene mal recordara aquí algunas propuestas bien concretas: ante todo, el cuidado de la proclamación de las lecturas bíblicas en nuestra celebración, que es el espacio primero y más inmediato en que la comunidad cristiana se nutre de la Palabra; cuidar asimismo la predicación, sobre todo en la homilía, cuyo talante bíblico ha de ser cada día más profundo y claro; promover la participación en los espacios de formación bíblica con los que cuenta nuestra Iglesia diocesana (el Centro de Formación María Madre de la Iglesia y los proyectos en los que está trabajando la Pastoral Juvenil, en primer lugar), y, de modo particular, como lo quería el Concilio Vaticano II[8] y lo recomienda especialmente el Papa Francisco[9] , dar nuevo impulso a la lectura orante de la Escritura, la lectio divina, tanto personal como comunitaria, para que la Palabra de Dios llegue a ser en verdad la fuente primaria de la que nace y se nutre nuestra vida en Cristo, nuestra vida espiritual[10]. En este año, que el Papa Francisco nos invita a dedicar a la oración en preparación al Jubileo de 2025[11], sería bueno que la lectura orante de las Escrituras cobrara toda su fuerza. En todo caso, cualesquiera sean las iniciativas y actividades pastorales que proyectemos, renovemos nuestro compromiso para que en nuestras comunidades se realice aquello que decía el Apóstol: «Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza» (Col 3, 16).

Que la Virgen María, mujer del corazón atento y el «sí» generoso a la Palabra de Dios, nos guíe y acompañe en este camino.

Reciban mi saludo fraterno y mi bendición.

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda, 18 de enero de 2024.

[1] Francisco, Carta apost. Aperuit illis con la que se instituye el Domingo de la Palabra de Dios, 30 de septiembre de 2019, 3. Ya en la conclusión del Jubileo de la Misericordia, el Papa había anunciado su deseo de instituir esta jornada (ver Francisco, Carta apost. Misericordia et Misera, 20 de noviembre de 2016, 7).
[2] Francisco, Carta apost. Aperuit illis, 2.
[3] Recuerdo aquí la homilía en el inicio de mi ministerio pastoral en nuestra Diócesis, el 24 de septiembre de 2021: Boletín diocesano, 1 [2021] 15-17.
[4] Francisco, Exhortación apost. Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, 1 y 11.
[5] Pablo VI, Exhortación apost. Evangelii nuntiandi, 8 de diciembre de 1975, 14.
[6] Francisco, Exhortación apost. Evangelii gaudium, 25 (y más ampliamente, todo el cap. I).
[7] Carta pastoral Orientaciones pastorales para nuestra Iglesia en camino, 28 de mayo de 2023.
[8] Concilio Vaticano II, Const. dogmática Dei Verbum, 18 de noviembre de 1965, 25.
[9] Ver Francisco, Carta apost. Misericordia et Misera, 7, y Carta apost. Aperuit illis, 3.
[10] Concilio Vaticano II, Const. dogmática Dei Verbum, 21.
[11] Sobre el Jubileo y su preparación, ver el sitio: www.iubilaeum2025.va.