HOMILÍA EN LA PEREGRINACIÓN DIOCESANA A LUJÁN

7 de septiembre de 2024

 

“Con María, peregrinos de esperanza”.

El lema de nuestra peregrinación se inspira en el del Jubileo que, como cada 25 años, el papa Francisco ha convocado para el próximo año. Ya desde ahora, desde este encuentro, nos preparamos para vivir como “peregrinos de esperanza” el Año Santo 2025.

Peregrinando hasta este lugar recordamos todos el sentido profundo de una peregrinación: mucho más que un simple viaje hasta un lugar sagrado o un destino religioso, peregrinar es ponernos en camino junto con otros, un camino a la vez personal y comunitario, que refleja nuestra búsqueda de un horizonte más grande y amplio, de la presencia de Dios y de su gracia, de una vida que no avanza ni sola ni sin rumbo, sino sostenida por la esperanza.

En la tradición cristiana, peregrinar ha sido siempre un signo de esperanza, una expresión de confianza en las promesas de Cristo y en la vida eterna. Hacerse peregrino es reconocer que completar el viaje no es sólo fruto de nuestras fuerzas, sino que se apoya siempre en el auxilio de la gracia.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817).

Desde ahora, entonces, preparémonos a vivir el Jubileo 2025 como un tiempo especial para renovar la esperanza y fortalecer nuestro compromiso con Cristo.

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En la Bula de convocatoria del Año Santo, el papa Francisco nos hace un llamado a ser signos de esperanza para el mundo, especialmente para los más vulnerables.

Quiero traer a los pies de nuestra Madre de Luján algunos malestares de nuestro pueblo, sus empeños por vivir dignamente, y los avances y retrocesos en nuestra historia común. Nos encontramos ante una situación crítica. Sabemos que el mundo entero está agitado, no solo por guerras e injusticias estructurales, sino también por ciertos modelos de injusticia, individualismo, opresión, indiferencia y meritocracias. En Argentina, esta realidad se manifiesta cruelmente en el día a día de nuestros hermanos más vulnerables.

La desesperanza crece cuando es alimentada por el discurso de odio y discriminación, que bloquea cualquier posibilidad de esperanza. Las realidades crueles, como los despidos masivos y su consecuente desempleo, el trato indigno a los jubilados, y el desmantelamiento de redes de contención social, como los comedores populares, son manifestaciones de una injusticia que aplasta la dignidad humana.

Mientras el desempleo complejiza y se alienta la precarización laboral, se deterioran la salud, la educación, y se desatiende a la niñez y a los ancianos. La propuesta de la baja de edad de punibilidad refleja una sociedad que quiere desentenderse de la niñez, sumiéndola aún más en la desesperanza.

Sin embargo, en medio de esta oscuridad, muchos y muchas en nuestras comunidades siguen dando una mano en medio de la crisis. A través de ollas populares, Noches de Caridad y Misericordia, apoyos escolares, refugios, hogares, fundaciones y tratamiento de adicciones… son signos de esperanza vivientes.

En esta peregrinación, pidamos a la Virgen de Luján que nos conceda sabiduría y coraje para seguir cultivando la esperanza y la solidaridad en un tiempo tan difícil. Somos testigos de la fe y de la capacidad de vida de nuestro pueblo; queremos sostener su alegría y su esperanza, incluso en las circunstancias más adversas.

Por eso, que nuestra peregrinación sea un signo de resistencia y un acto de fe, confiando en que, a pesar de la injusticia y la adversidad, la esperanza en Cristo nos sostiene y nos guía hacia un futuro mejor.

Con enseñanzas del Beato Cardenal Eduardo Pironio, quien descansa en esta basílica de Luján, podemos decir: “¡Qué necesaria es la esperanza en estos momentos!”. Vivimos en un mundo que, prematuramente envejecido, nos presenta desafíos y razones para la preocupación.

Sin embargo, tenemos un motivo profundo para mantener nuestra alegría y esperanza: Cristo ha resucitado y prolonga entre nosotros su Pascua hasta el fin de los tiempos.

Cuando la tentación de adaptarnos o de rendirnos nos asalta, que el Espíritu Santo nos recuerde que “el Señor llega” y que “el Maestro está cerca”. La esperanza no es solo una espera pasiva, sino una caminata activa hacia el encuentro con el Señor, construyendo día a día el Reino y esforzándonos por transformar el mundo según el Evangelio.

En estos tiempos de euforia superficial o de pesimismo desalentador, la presencia siempre cercana de la Virgen sea como un bálsamo que alivia y fortalece, un faro de esperanza cierta, un signo luminoso que nos anime a continuar nuestra peregrinación con fe, alegría y determinación.

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Por último, les pido que en este día tengamos presentes tres acontecimientos más amplios de la vida de la Iglesia; que los pongamos también a los pies de la Virgen.

Ante todo, el viaje apostólico del Papa Francisco al Sudeste Asiático. Que su visita sea un testimonio de paz y fraternidad para todas las naciones que reciba, y que su misión en esas tierras fortifique la fe y la unidad entre los pueblos.

Al mismo tiempo, unámonos a la Iglesia de Santiago del Estero, que esta tarde se convertirá en la Iglesia Primada de la Argentina. Fue la primera presencia de la Iglesia en nuestro actual territorio nacional y hoy será reconocida como tal, con la lectura y la ejecución de la bula del Papa Francisco en la Catedral Basílica Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Santiago del Estero. Este acto no solo marca un hito en nuestra historia eclesial, sino que también nos invita a todos a celebrar con gozo y a profundizar nuestra comunión y fraternidad entre las Iglesias argentinas.

Finalmente, recemos también por la Colecta Más por Menos, que se lleva a cabo hoy y mañana en todas las parroquias del país, y a la que nos unimos desde aquí. Esta iniciativa, promovida por la Conferencia Episcopal Argentina, busca apoyar a las realidades más necesitadas mediante una colecta que actúa como un puente de solidaridad. Es un medio crucial para enfrentar las desigualdades y fortalecer nuestra misión pastoral, promoviendo una vida de justicia, equidad y comunidad en el marco del mensaje del Evangelio. Este año, bajo el lema “para salvarse hay que juntarse y arremangarse”, decimos con Francisco que nadie se salva solo…

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“Con María, peregrinos de esperanza”.

Preparándonos entonces para vivir el Año Santo, pidamos juntos a la Virgen de Luján que siga acompañando nuestro camino…

 

☩ Marcelo Julián Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús