JUEVES SANTO
El jueves 17 de abril el Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni presidió la Misa de la Cena del Señor en la Iglesia Catedral, “donde se concentran los tres grandes gestos del amor de Cristo: la Eucaristía, el sacerdocio, y el mandamiento nuevo del amor fraterno”, como compartió en la homilía.
“Que esta noche santa nos devuelva la alegría de servir, la dignidad de arrodillarnos, la esperanza de caminar con el delantal del Evangelio bien ceñido al alma”.
“LA IGLESIA DEL DELANTAL:
TESTIGO DEL SERVICIO, PEREGRINA DE ESPERANZA”
Homilía – Jueves Santo 2025
Queridos hermanos y hermanas:
Esta tarde iniciamos el Triduo Pascual, el corazón del año litúrgico. Y lo hacemos con la Misa Vespertina de la Cena del Señor, donde se concentran los tres grandes gestos del amor de Cristo: la Eucaristía, el sacerdocio, y el mandamiento nuevo del amor fraterno.
Jesús se sienta a la mesa, toma el pan y el vino, y los transforma en su Cuerpo y su Sangre. Se entrega. Pero el Evangelio que acabamos de proclamar no detalla eso. No habla de pan ni de vino. Habla de un gesto tan desconcertante como hermoso: Jesús se levanta, deja el manto, se ciñe un paño a la cintura y lava los pies de sus discípulos.
Ese gesto, tan íntimo, tan humilde, es profundamente sacerdotal. Jesús no está vestido con casulla, ni con estola. Está ceñido con un delantal, el único “ornamento” que aparece en esta liturgia viviente del amor.
Hoy quiero compartir con ustedes una imagen muy bella que leí hace un tiempo y que volvió a mi corazón esta tarde, luego de compartir el día con los jóvenes que están haciendo el año introductorio al seminario. Me contaron que tuvieron un retiro, y al escucharlos, recordé esta meditación del obispo italiano Don Tonino Bello, y sentí que quería compartirla esta noche con toda la comunidad.
Don Tonino —quien falleció en 1993, reconocido por su cercanía con los pobres y su vida profundamente evangélica— hablaba de “la Iglesia del delantal”. Una Iglesia que no se encierra en el protocolo, ni se adorna solo con palabras, sino que se agacha, se ensucia las manos y sirve. Esa es la verdadera realización de la Iglesia. Esa es su verdadera dignidad.
Y al escuchar esa imagen del delantal, pensé en mi nona, mi abuela italiana. Siempre con su delantal puesto, sirviendo en la cocina. Con ternura, con alegría, con amor. El delantal no era un accesorio: era su forma de celebrar la vida y de entregarse a los demás. Y lo hacía feliz, aunque nadie se lo pidiera. Así también sirven los que cuidan en los hospitales, los que enseñan en las aulas, los que alimentan con sus manos y su corazón. El delantal es la prenda del amor. Y esta noche, Jesús la viste.
La Iglesia —nuestra Iglesia— también está llamada a ceñirse el delantal. A no tener miedo de inclinarse, de estar cerca del que sufre, de acompañar a quien está solo, de lavar los pies heridos del mundo. Porque solo el que sirve puede hablar con autoridad. Solo el que ama de verdad puede ser creído.
Somos peregrinos de esperanza, así nos lo recuerda el Jubileo del 2025. Pero no somos peregrinos por andar mucho, sino por andar bien. Y eso solo se logra cuando caminamos con los pies descalzos del servicio, cuando nos arremangamos el alma y nos ceñimos el delantal como Cristo.
Al terminar esta Misa, el altar quedará despojado. El Santísimo será reservado en silencio. Y nosotros saldremos al mundo sabiendo que el amor verdadero no se impone: se arrodilla.
Hermanos, que esta noche santa nos devuelva la alegría de servir, la dignidad de arrodillarnos, la esperanza de caminar con el delantal del Evangelio bien ceñido al alma. Amén.
☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús