CELEBRACIÓN POR EL TRASLADO E INHUMACIÓN DE LOS RESTOS MORTALES DE ANTERO DANIEL ESQUIVEL

 

El domingo 23 de marzo la diócesis de Avellaneda-Lanús vivió un momento especial de profunda alegría por la recuperación e inhumación de los restos mortales del catequista Antero Daniel Esquivel, secuestrado y asesinado durante la última dictadura militar Argentina. El Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni expresó en su homilía que “estamos muy felices de lo que hoy celebramos juntos: la llegada de Daniel entre nosotros, aquí en Villa Caraza, en la parroquia Nuestra Señora de los Trabajadores”.

Luego de más de 40 años de búsqueda se identificaron sus restos y ahora descansan en la parroquia emblemática de su compromiso humanitario, su testimonio, su acción misionera y solidaria, donde es recordado con cariño y admiración, y reconocido por su bondad y compromiso por los más necesitados.

Monseñor Margni destacó la labor de la Comisión de Memoria “Antero Daniel Esquivel” y de su hermana Genoveva, en la identificación de estos restos y del testimonio de la perseverancia y la lucha por la verdad y la justicia que ello significó. Además, resaltó el camino que inició su “hermano obispo” Monseñor Collino que expresó, apenas fue secuestrado Antero Daniel, que “me siento en la obligación de conciencia de levantar públicamente mi voz, denunciando un hecho que debe llenarnos de bochorno, así fuera solo ese caso”.

El Padre Obispo Maxi destacó los rasgos de Antero Daniel hombre de fe, obrero, migrante paraguayo y militante, y destacó que esta celebración “es un punto de llegada, porque algo se cierra hoy después de tanta búsqueda. Pero también un punto de partida, porque la memoria de Daniel en este lugar marca el comienzo de algo. Tendremos que encontrar en su testimonio una gran luz”. 

La homilía completa del obispo se encuentra a continuación.

HOMILÍA DEL PADRE OBISPO MAXI MARGNI EN LA CELEBRACIÓN DE TRASLADO E INHUMACIÓN DE LOS RESTOS MORTALES
DE ANTERO DANIEL ESQUIVEL

 

Estamos muy felices de lo que hoy celebramos juntos: la llegada de Daniel entre nosotros, aquí en Villa Caraza, en la parroquia Nuestra Señora de los Trabajadores. Esto tiene mucho que ver con la iniciativa de Genoveva, su hermana: vos me viniste a pedir que, si fuera posible, Daniel descansara acá, y además me dijiste que no querías que este momento de memoria de tu hermano fuera de tristeza, sino de mucha alegría, de emoción.

Coincide nuestra celebración con el tercer domingo de cuaresma. La cuaresma es este camino que la Iglesia nos ofrece para celebrar la Pascua. Y estos textos que ahora se nos proclamaron, y queremos meditar, nos proponen un fragmento del evangelio de Lucas que nos presenta algunas enseñanzas claves de Jesús.

En la primera parte (vv. 1-5), Jesús comenta dos tragedias: la masacre de unos galileos ordenada por Pilato y la muerte de dieciocho personas por el derrumbe de la torre de Siloé. Dos catástrofes.

En esta primera parte, Jesús rechaza la idea de que estas desgracias fueran castigos divinos por los pecados de las víctimas, esa idea que a veces ronda por las cabezas de algunos de que los males que padecemos son porque hemos hecho algo. Jesús quiere apartar del corazón de su pueblo esa idea.

En la experiencia que hoy viene a nosotros hemos escuchado muchas veces aquello de “algo habrán hecho”. Casi como diciendo: “deben pagar”, o como pretendiendo justificar el mal como voluntad de Dios. Es como si se viviera una relación casi perversa con la Providencia de Dios. Eso no es verdad. Ese no es el Dios de Jesús. Por eso hoy Jesús en el Evangelio nos llama a la conversión, no a la venganza ni al odio.

Necesitamos convertirnos, y esto significa cambiar de mentalidad. Es una invitación que se actualiza en la historia personal y comunitaria permanentemente. La invitación es a convertirnos de nuestros determinismos para caminar hacia el triunfo de la Vida con la conciencia del amor incondicional de Dios.

En la segunda parte (vv. 6-9), Jesús narra la parábola de la higuera estéril, que simboliza a quienes han recibido el mensaje de Dios pero no han dado frutos. El dueño de la viña quiere cortarla, pero el viñador pide un año más y se compromete a cuidarla para ver si mejora. Esto refleja la paciencia y misericordia de Dios, quien da oportunidades para el arrepentimiento, pero también señala que el tiempo es limitado.

El mensaje central del pasaje es la urgencia de la conversión y el rechazo de cualquier violencia como solución. Jesús propone un cambio de mentalidad y de corazón para construir un mundo nuevo, basado en la justicia y el amor.

¡Qué providente este mensaje para celebrar la llegada de Daniel nuevamente a su casa, la parroquia Nuestra Señora de los Trabajadores, de Villa Caraza! 48 años han pasado de aquella triste noche del 2 de febrero de 1977.

Durante casi 5 décadas no se cesó jamás de buscar a Daniel y, con él, a los 30.000: eso hicieron sus familias, las abuelas, las madres, los hijos, eso hace aún el pueblo argentino, este pueblo resiliente y esperanzado, y también lo buscó la Iglesia.

Me toca presidir esta celebración como un gran regalo, continuando el camino trazado por mis hermanos obispos. Apenas secuestrado Daniel, el obispo de aquel entonces, Monseñor Collino, que amaba Caraza, en aquella carta pastoral de Cuaresma de 1977 pedía por “nuestro querido hermano Daniel Esquivel, paraguayo, miembro de la comunidad de la Virgen de los Trabajadores de Villa Caraza”, afirmando: “me siento en la obligación de conciencia de levantar públicamente mi voz, denunciando un hecho que debe llenarnos de bochorno, así fuera solo ese caso”. También sus compañeros del EPPA (Equipo de Pastoral Paraguayo en Argentina) enviaron correspondencias a la Santa Sede pidiendo la intervención del Papa para poder encontrar a Daniel. Lo buscó la Iglesia en la voz de su obispo. Lo buscaron sus hermanos y compañeros. Lo buscó su pueblo. Lo buscamos todos. Lo encontramos. Y eso es una gracia grande.

Siento que esta celebración es un punto de llegada y un punto de partida. Un punto de llegada, porque algo se cierra hoy después de tanta búsqueda. Pero también un punto de partida, porque la memoria de Daniel en este lugar marca el comienzo de algo. Tendremos que encontrar en su testimonio una gran luz. Por eso hoy quiero sintetizar la figura de Daniel en cuatro aspectos.

Daniel, hombre de fe

En primer lugar, Daniel era un hombre de fe, devoto de la Virgen de Caacupé e hijo de la Iglesia. Siempre se presentó así. No tenía dudas de presentarse como catequista, como evangelizador.

Para mí es un momento muy significativo porque, como muchos saben, a mí me confirmó, me recibió en el seminario y me ordenó sacerdote el Padre Obispo Jorge Novak, primer obispo de Quilmes. Él nos enseñó siempre que la causa de los derechos humanos en América Latina, en el mundo, en Argentina especialmente, era una causa del Evangelio de Jesús, que teníamos que abrazar con pasión y convicción. Pero no sólo el Padre Obispo Jorge: hoy me acompaña aquí Monseñor Virgilio Bresanelli, obispo emérito de Neuquen, que conoció personalmente a Daniel.

Quiero compartir también como pastor, y como hijo espiritual del Padre Obispo Jorge Novak, que a él le habían encomendado, en la Universidad de Lomas de Zamora, la cátedra sobre derechos humanos. En aquella cátedra, en 1985, él daba una conferencia en la que decía por qué abrazaba la causa de los derechos humanos:

“Comprendí que la historia tiene una superficie engañosa y una profundidad lacerante. Comprendí que sólo el que desciende decididamente a bucear en los abismos del dolor provocado en la historia por la injusticia y la prepotencia, para compartirlo y para regenerarlo, adquiere en plenitud creciente su propia dimensión humana”.

Con esto quería decirnos que somos más humanos si aprendemos a compartir con aquellos que tienen el dolor atravesándole el corazón, por lo que padecen por culpa de aquellos crucificadores.

Daniel, obrero

En segundo lugar, Daniel, un obrero. Miembro de la Juventud Obrera Católica. Obrero de la construcción, electricista, pero hacía muchas cosas. Me compartían los testimonios de recordarlo a Daniel con su camisa blanca, su jean, su porte de trabajador de la construcción, y de una generosidad enorme en el acompañamiento de los catequistas y en llevar a la Virgen de casa en casa. Pero quiero resaltar que esta dimensión de obrero de Daniel nos trae a la conciencia que cualquier salida de los problemas que tenemos vendrá por respuestas de trabajo digno para nuestro pueblo. Nuestro pueblo quiere trabajo.

Daniel, migrante paraguayo

Daniel era un migrante, un hermano paraguayo. En el corazón del Papa Francisco es muy fuerte el tema de los migrantes: los defiende, los rescata como un signo importante y positivo en la cultura de los pueblos. Yo quiero decir esto, y seguramente lo profundizaremos en otras ocasiones: este es un momento en que la Iglesia en Argentina tiene la oportunidad de agradecerle al pueblo paraguayo lo mucho que hizo, que hace y que seguirá haciendo en las comunidades católicas de este territorio. Mucha de la riqueza pastoral del conurbano bonaerense se la debemos a los paraguayos. Hay que decirlo claramente. Los paraguayos se han puesto al hombro nuestras comunidades: la catequesis, la construcción de las capillas, el mantenimiento de nuestros lugares, los salones, las fiestas. Este momento es un momento de profundo reconocimiento de este obispo, en nombre de la Iglesia argentina, a la comunidad paraguaya.

Daniel, militante

Daniel era un militante, y también hay que decirlo en tiempos donde parece que ser militante o estar en política es una mala palabra. Rescatando a Daniel como militante, yo quiero rescatar a las segundas, terceras, cuartas y quintas filas de las militancias en nuestros barrios. Y quiero que presten atención las dirigencias, tantas veces mezquinas, miserables. En la figura de Daniel quiero rescatar a los que ponen el hombro y caminan los barrios. Quiero rescatar a los muchos militantes que conocen las necesidades de sus hermanos.
Quiero que, mirándolo a él, la dirigencia de este país, de cualquier color político y de cualquier agrupación, preste atención a que la política se podrá reconstruir en este país por esas segundas, terceras, cuartas y quintas filas maltratadas de la militancia. Con Daniel nosotros tenemos el testimonio de una persona que ha hecho política con mayúsculas y ha puesto su vida hasta darla por completo, cuando muchos otros desde su propia mezquindad o competitividad han quedado como miserables.

Gratitud por la salud del Papa Francisco

Finalmente, con ustedes quiero dar gracias a Dios esta mañana porque le han dado el alta al Papa Francisco. Estuve con él en octubre pasado y le entregué en mano el testimonio de dos testigos de la fe de nuestra diócesis: un joven de Avellaneda y el de Daniel. Inmediatamente, cuando le conté, me dijo: “Andá al Dicasterio para las Causas de los Santos y presentá los testimonios ahí”.

Daniel está entre nosotros

Y por eso quiero terminar diciendo que este camino que se abre hoy trayendo los restos de Daniel a esta comunidad es dejar que la luz de su testimonio nos ilumine permanentemente. Eso significa aprovechar el testimonio de todos los que lo han conocido, seguir investigando y conociendo. Me han compartido en este tiempo algunos testimonios del juicio donde siempre identifican la figura de Daniel como “catequista paraguayo”, y por la serenidad que transmitía, el acompañamiento y la oración que ofrecía, aun estando detenido. Por eso creo que Daniel viene a nosotros para seguir iluminándonos y para darnos muchas más fuerzas en el camino.
El viernes pasado recibí, en el Obispado, la urna con los restos de Daniel. Y quedó ahí, en la Capilla de la Curia, hasta esta mañana. Cuando hoy salí de allá para venir a Caraza, puse la urna en la camioneta, y me detuve, a cuatro cuadras del obispado, en el centro clandestino de detención “El infierno”, mirando en la puerta, entre las fotos de los desaparecidos, la foto de Daniel… Y le dije: “Daniel, ya no está más desaparecido. Estás entre nosotros”.

 

☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Villa Caraza, Domingo 23 de marzo de 2025