REFLEXIONES PARA EL ENCUENTRO
CON EL CONCEJO DELIBERANTE DE AVELLANEDA
EN EL DÍA DE NUESTRAS FIESTAS PATRONALES
Agradezco la invitación a este espacio. Es el segundo año que los visito como obispo de la ciudad. Es una invitación que me honra y, al mismo tiempo, me siento comprometido al decir unas palabras en este marco, porque somos una sociedad democrática y plural y yo soy pastor de la Iglesia católica en este territorio de Avellaneda-Lanús, una expresión más de la vida religiosa de nuestro pueblo que, como sabemos, se caracteriza por la diversidad. De modo que no vengo como alguien que ostenta algún poder, sino como humilde representante y servidor de esa porción de nuestro pueblo que cree, bautizados que son una parte significativa de nuestra sociedad, pero ciertamente no toda. Mi tarea en este momento de la historia de nuestro pueblo me coloca ciertamente en un lugar muy distinto al de las autoridades eclesiales o religiosas de otro tiempo. Pero acepto con alegría y, como les dije, sintiéndome honrado esta invitación a un espacio que se ha convertido de algún modo en una tradición. Como pastor quiero bendecirlos para un buen desempeño de la misión para la que el pueblo los ungió servidores públicos por medio de su voto democrático.
Desde el momento de mi llegada a Avellaneda, de la que pronto se cumplen dos años, me he sentido bienvenido. Han sido meses intensos, en los que he podido recorrer cada rincón del territorio de Avellaneda y Lanús, y he visitado especialmente a las personas más sencillas, de quienes ciertamente nosotros y el mundo recibimos una lección de solidaridad. Los sencillos hacen escuela de solidaridad, que —como ha dicho en alguna ocasión el Papa Francisco— es una palabra a menudo olvidada u omitida, porque es incómoda. Incluso llega a parecer una palabra extraña en los términos de la evolución del pensamiento social. Con palabras del Papa, me gustaría también a mí hacer un llamamiento a toda persona de buena voluntad comprometida en la justicia social: que no se cansen nunca de trabajar por un mundo más justo y más solidario[1].
Vengo como pastor de la Iglesia católica animada por el Papa Francisco, en este año en el que celebramos el 10.° aniversario del inicio de su pontificado, una década de su ministerio al servicio de la Iglesia universal. Durante este tiempo hemos recibido de su pastoreo muchas orientaciones. Algunas de ellas van dirigidas especialmente a la comunidad cristiana: la llamada a redescubrir la alegría de la fe y a ser una Iglesia en salida, semejante a un «hospital de campaña», en camino sinodal; otras hacen referencia a problemáticas de las sociedades y del mundo en su conjunto: las tres T de techo, tierra y trabajo, el cuidado de la «casa común», la fraternidad humana. Me gustaría puntualizar, sin ánimo de ser exhaustivo ni extenderme demasiado, algunos aspectos más destacados del magisterio y la práctica del Papa Francisco en estos diez años:
1. Justicia social y pobreza: El Papa Francisco ha enfocado con considerable atención los problemas de desigualdad económica, la pobreza y la marginación social en las sociedades contemporáneas. Ha abogado por una mayor justicia social y solidaridad con los menos afortunados, y ha subrayado la importancia de abordar las causas profundas de la pobreza. Lo ha hecho de la mano de la Tradición de la Iglesia; no ha pretendido ser «original» en este punto: es un acento marcado en lo más profundo de la Doctrina Social de la Iglesia, la reflexión social de la comunidad eclesial a la luz del Evangelio.
2. Migración y refugiados: Francisco ha defendido el respeto y la dignidad de los migrantes y refugiados, pidiendo una respuesta humana y compasiva a esta crisis global. Ha llamado a los líderes mundiales y a las comunidades a recibir a los migrantes con empatía y apoyo.
3. Cuidado de la «casa común»: El Papa ha hecho hincapié en la importancia de cuidar el medio ambiente y la creación de Dios. Su encíclica Laudato si’ se centra en la ecología integral, llamando a la acción sobre el cambio climático, la degradación ambiental y su impacto sobre las comunidades y grupos sociales más vulnerables, y promoviendo una mayor responsabilidad de todos en ese cuidado.
4. Economía y sociedad: El Papa ha expresado preocupación por los aspectos negativos del capitalismo desenfrenado y ha instado a una economía más inclusiva y equitativa. Ha cuestionado la mentalidad de la búsqueda de ganancias a expensas de los valores humanos y sociales.
5. Paz: El Papa ha abogado por la paz en diferentes partes del mundo y ha condenado la violencia y el conflicto armado. Ha realizado esfuerzos por promover la resolución pacífica de los conflictos y el desarme nuclear.
6. Familia: Francisco reafirmando las enseñanzas tradicionales de la Iglesia sobre el matrimonio y la vida. Sin embargo, también ha adoptado un tono más compasivo y pastoral hacia aquellos que enfrentan desafíos en estas áreas.
7. Diálogo intercultural e interreligioso: Francisco ha trabajado para fomentar el diálogo y la colaboración interreligiosa, buscando la paz y la comprensión entre diferentes religiones y culturas. Ha mantenido reuniones y encuentros con líderes de otras tradiciones religiosas, promoviendo la tolerancia y el respeto mutuo.
8. Reforma interna de la Iglesia: El Papa ha abogado por una mayor transparencia y responsabilidad en la Iglesia Católica, liderando un trabajo de reforma y de lucha contra la corrupción y los abusos sexuales clericales. Ha implementado medidas para abordar los casos de abuso y para promover una cultura de protección de los más vulnerables.
Como ven, es mucha riqueza la que nos ha aportado Francisco en estos diez años de su pontificado. Hoy junto a ustedes, quisiera renovar mi acción de gracias a Dios por estos diez años del servicio de un conciudadano nuestro a la Iglesia y al mundo.
En el marco de este encuentro, quisiera insistir en un punto. Me gustaría que mis palabras se tomen como una invitación a la esperanza, el deseo de alentar todos los esfuerzos que Avellaneda hace para integrar verdaderamente a todos, especialmente a los que más sufren o están necesitados; alentar todo esfuerzo en la lucha contra la pobreza y la miseria. Francisco ha hablado en este sentido de una «cultura del descarte», donde parecería que hay personas, a veces grupos enteros, que pueden ser descartados de la sociedad. A esa cultura quisiéramos responder con una cultura de la solidaridad y el cuidado, capaz de ver en el otro no un adversario, una amenaza o un número dentro de unas estadísticas, sino un hermano. No nos dejemos tomar el corazón por una cultura del egoísmo, del individualismo, de la indiferencia. No nos acostumbremos a las desigualdades. Tenemos todos distintas posibilidades y grados de responsabilidad en la vida social; pero a todos nos toca ofrecer lo mejor de nosotros mismos, nuestra contribución para poner fin a las injusticias sociales, porque somos hermanos. No olvidemos esto: somos hermanos. Recordémoslo siempre —repite el Papa Francisco—: la medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a los pobres, los vulnerables, los descartados. En palabras de Francisco:
No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia; la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano[2].
También como Iglesia quisiéramos hacer nuestro aporte a toda iniciativa en esta dirección, a lo que puede contribuir y fortalecer el desarrollo de nuestro pueblo y de la humanidad. Cuenten con este pastor para eso, cuenten con la Iglesia católica en Avellaneda.
Cada año nuestras fiestas patronales están iluminadas por un lema. Este año quise recoger una imagen del relato evangélico de la visitación, cuando la Virgen María va al encuentro de Isabel, una mujer anciana que está embarazada y necesita de su ayuda. El Evangelio comienza diciendo: «María se levantó y fue sin demora» (Lc 1, 39). Quise tomar esta imagen —ponerse en camino, ir sin demora—, y así nació nuestro lema de este año: «Con la Virgen María, comunidades en camino». Me gustaría que este lema resuene también aquí esta mañana.
«Sin demora». No detenerse en las frustraciones de los propósitos o las contrariedades, que siempre aparecen. Es una invitación a poner la mirada en el camino mismo que tenemos que recorrer juntos. Es también la invitación a salir de lo que parece una fe individualista, en la que cada uno piensa que enarbolando su propia creencia puede generar un cambio, cuando en realidad sucede más bien lo contrario: el cambio viene de una expresión comunitaria. Después del distanciamiento social y la pandemia, en estos dos años de recorrer el territorio, constato que una de las cosas que más nos está costando es reconstruir nuestro entramado comunitario, reencontrarnos, aprender a «perder» el tiempo juntos. Que no nos gane la tentación de vivir la vida encerrados. Para ello necesitamos volver a la experiencia de la comunidad, de encontrarse, de discutir y amigarse, de confrontar y buscar juntos, de animar juntos la vida.
Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda, 15 de agosto de 2023.
[1] Francisco, Discurso a la comunidad de Varginha (Manguinhos), Río de Janeiro, 25 de julio de 2013, 1.
[2] Francisco, Discurso a la comunidad de Varginha, 2.