SALUDO A LOS DIÁCONOS EN SU DÍA

 

Queridos hermanos diáconos:

En el día de san Lorenzo, diácono y mártir de la Iglesia de Roma y patrono de los diáconos, quiero hacerles llegar mi saludo fraterno y mi bendición. Esta tarde celebraré junto a ustedes la Eucaristía en la Iglesia Catedral, en el marco de la novena de nuestra fiesta patronal, dando gracias y pidiendo especialmente por sus vidas y su ministerio. Seguramente tendré ocasión de encontrar allí a muchos de ustedes, pero no quisiera dejar pasar este día sin expresarles una palabra de gratitud, que quisiera que reciban como dirigida a cada uno en particular. Mi saludo se dirige igualmente a sus esposas y sus familias, que los acompañaron un día en su sí generoso al Señor y son los primeros en acompañarlos y sostenerlos ahora en su servicio.

El diaconado es una vocación profundamente arraigada en el servicio siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesús, el Señor. Cuando hace más de 60 años el Concilio Vaticano II reabría las puertas al restablecimiento del diaconado como grado propio y permanente del ministerio, lo describía con estas palabras: «confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad»[1] (Const. Lumen gentium, 29). En este sentido, ustedes son en la comunidad cristiana un vivo reflejo de ese amor servicial y desinteresado de Jesús, que se hace palabra al servicio del Evangelio, bendición para hermanos y hermanas, cercanía y presencia junto a los últimos, los pobres y quienes sufren.

Soy testigo de cuántos desafíos afrontan y cuántos esfuerzos realizan para responder generosamente a esta llamada. Soy testigo también de cómo su ministerio, vivido en la humilde fidelidad cotidiana, llega a tocar el corazón y la vida de tantas personas. Por eso quiero expresarles en este día, de todo corazón, mi agradecimiento por su testimonio de fe, de dedicación y de entrega. La Iglesia, nuestra comunidad diocesana, cada una de las comunidades locales en las que ustedes ejercen su ministerio, se los agradece y los necesita.

Por eso quisiera alentarlos también a seguir profundizando en esa llamada que un día les fue dirigida y a la que respondieron con alegría y disponibilidad. Ustedes son y están llamados a ser, muy concretamente, el rostro visible de una Iglesia en salida y servidora, los «guardianes del servicio en la Iglesia», hombres de corazón entregados «al servicio de los pobres que llevan en sí mismos el rostro de Cristo sufriente»[2] . Hace pocos días, con motivo de la memoria de san Cayetano, recordaba estas palabras del Papa Francisco en la bula de convocatoria al Jubileo del año próximo: «En el Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria. (…) Que la comunidad cristiana… generosamente abra de par en par sus acogedoras puertas, para que a nadie le falte nunca la esperanza de una vida mejor»[3]. Queridos diáconos: la Iglesia y nuestro pueblo los necesitan, necesitan de ustedes este testimonio. Sean, con san Lorenzo, servidores y custodios de los pobres, «tesoro de la Iglesia, y verdadero tesoro, en quienes está presente Cristo»[4]. En una sociedad y un mundo dolorosamente marcados por la indiferencia, sean ustedes mismos un signo visible del amor compasivo de Cristo, hombres de la presencia cercana, de la mirada y el corazón atentos, del cuidado generoso y desinteresado. Y no dejen de animar a nuestras comunidades en este mismo camino.

Seguro de que, hoy como en el día de su ordenación, la gracia del Espíritu los acompaña y los conforta; los encomiendo una vez más a la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de la Asunción, de santa Teresa y de san Lorenzo. Cuenten siempre con mi confianza, mi cercanía y mi oración, y la de toda nuestra comunidad diocesana.

Reciban mi saludo fraterno y mi bendición.

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda, 10 de agosto de 2024, memoria de san Lorenzo, diácono y mártir.

[1] Conc. Vaticano II, Const. Lumen gentium, 29.
[2] Francisco, Videomensaje para la Red Mundial de Oración del Papa, mayo de 2020.
[3] Francisco, Bula Spes non confundit, 10 y 13.
[4] San Ambrosio de Milán (siglo IV), Sobre los oficios de los ministros, II, 28, 140: PL 16, 141.