VIERNES SANTO

 

El viernes 18 de abril el Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni presidió la Celebración de la Pasión y muerte del Señor en la Iglesia Catedral, en la que compartió que “Comenzamos esta celebración postrados. Porque ante la cruz, no hay discursos. Hay silencio. Hay tierra. Hay polvo”.

En su homilía resaltó que “Dios no explica el dolor… lo habita. Lo transforma. Lo atraviesa. […] Por eso hoy besamos la cruz. Porque no es un símbolo de muerte, sino el trono del Amor extremo”.

PEREGRINOS DE ESPERANZA
CUANDO TODO LLEVA A LA DESESPERANZA

Homilía – Viernes Santo de la Pasión del Señor 2025

 

Comienza en silencio la liturgia del Viernes Santo. Silencio que pesa, que cala. Los ministros postrados en tierra, la comunidad de rodillas. Todo habla de abatimiento. El altar despojado, sin mantel ni luz, nos sitúan frente al abismo del dolor humano, sin defensas, sin consuelos automáticos.

El polvo y el silencio son necesarios para acercarnos al trono de la cruz. No venimos aquí como turistas de la fe, ni como espectadores del sufrimiento. Venimos como peregrinos. Y no cualquier tipo de peregrinos: hoy nos descubrimos peregrinos de esperanza… cuando todo alrededor parece llevarnos a la desesperanza.

En este día oscuro, no proclamamos verdades fáciles ni soluciones mágicas. Hoy contemplamos a Cristo crucificado, al Siervo sufriente. Hoy escuchamos una palabra de Isaías que suena paradójica:

«Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande.» (Is 52,13).

¿Cómo hablar de éxito ante un justiciado? ¿Cómo sostener la esperanza frente a un madero teñido de sangre y abandono? Solo si entramos en el misterio. El autor de la carta a los Hebreos completa este misterio con palabras aún más audaces:

«Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes gritos y lágrimas, a Dios que podía salvarlo de la muerte… y fue escuchado» (Hb 5,7).

Pero ¿cómo fue escuchado? ¿No murió acaso en la cruz? ¿No fue traicionado, azotado, humillado, abandonado por casi todos? ¿Dónde está la respuesta de Dios?

Ahí está el umbral que los peregrinos de esperanza debemos aprender a cruzar: el umbral entre el deseo de evitar el dolor… y la confianza radical de atravesarlo.

El Crucificado no explica el sufrimiento, lo habita. No huye del límite, lo transforma en ofrenda. No busca razones para entender, sino sentido para amar. Y desde allí, desde esa fidelidad que no retrocede, se convierte en causa de salvación eterna (Hb 5,9).

Por eso hoy, cuando besamos la cruz, no estamos adorando el dolor en sí. Besamos al Amor que no se bajó de ella, al Dios que eligió ser vulnerable hasta el final. Besamos la fidelidad del que tuvo sed de nosotros, aunque le dimos vinagre.

«Tengo sed» (Jn 19,28).

El Hijo de Dios muere sediento. No solo de agua: siéntate de nosotros. Sediento de humanidad. Sediento de la Argentina real, rota y herida. De nuestros barrios de Avellaneda y Lanús, golpeados por la injusticia, por la violencia, por el desempleo, por la desilusión. Sediento de los llantos que no se escuchan, de los abrazos que no llegan, de las manos vacías y de los pies cansados.

Peregrinos de esperanza somos nosotros, cuando en lugar de escapar del dolor, decidimos habitarlo desde la fe.

Cuando nos negamos a que la desesperanza sea la última palabra.

Cuando seguimos caminando —aun sin respuestas— porque sabemos que la cruz no es un callejón sin salida, sino la puerta estrecha hacia la resurrección.

Cuando nos animamos a ser Iglesia en medio del polvo, no como quienes lo niegan, sino como quienes creen que allí también puede florecer la vida.

Hoy besamos la cruz como trono de amor y como tálamo de entrega. Hoy nos postramos ante el límite, sabiendo que el límite también puede ser altar.

La historia —nuestra historia— no está cerrada. Todavía puedes salvarse. Todavía podemos salvarnos.

Y entonces, en la madrugada de la Pascua, sabremos que esta fe que parecía sepultada es semilla. Que estos cuerpos postrados volverán a erguirse. Que esta sed que nos arde es el eco de una fuente que ya viene.

Sigamos caminando, hermanas y hermanos. Hoy, aún entre cenizas, somos peregrinos de esperanza.

☩ Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda-Lanús, 18 de abril de 2025.