HACIA LA CANONIZACIÓN DE MAMÁ ANTULA

 

Querida comunidad diocesana:

La fiesta de la Presentación del Señor, que celebramos hoy, nos invita a proclamar a Cristo «luz de las naciones» (ver Lc 2, 32). Precisamente en esta fiesta quise escribirles para invitarlos a unirnos a la acción de gracias del pueblo de Dios peregrino en Argentina y de toda la Iglesia por la pronta canonización de María Antonia de Paz y Figueroa (1730–1799), la primera mujer argentina en ser proclamada santa. La canonización, como ustedes ya saben, será en Roma el domingo 11 de febrero, en la Eucaristía presidida por el Papa Francisco.

Esta santa mujer apasionada por el Evangelio nació en un pequeño pueblo de la actual provincia de Santiago del Estero en 1730. De su familia recibió una sólida educación cultural y religiosa, y muy joven entró en contacto con la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, los «jesuitas». De hecho, a los 15 años recibió el hábito de las laicas consagradas jesuitas, las «beatas» como se las llamaba entonces, y se dedicó a la educación de la infancia, el cuidado de los enfermos y la asistencia a los más pobres. Pronto fue conocida como «Mama Antula», nombre cariñoso que, en el quichua santiagueño, significa sencillamente «Mamá Antonia».

En 1745 (todavía en tiempos del Virreinato, antes del nacimiento de la Nación Argentina), por orden del Rey los jesuitas son expulsados de todos los territorios dependientes de España. María Antonia no quiere que se pierda la riqueza de los Ejercicios Espirituales predicados por los jesuitas y decide dedicar su vida a esta iniciativa. Inició entonces una larga peregrinación, que la llevaría por su provincia natal, luego por las regiones cercanas (Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta, Tucumán), y finalmente Buenos Aires e incluso Uruguay. En poco tiempo, con la bendición de su director espiritual y la autorización de los obispos y las autoridades locales (no siempre fáciles de conseguir), logró difundir la práctica de los Ejercicios, alcanzando a miles de personas de distintos caminos de vida y de todas las clases sociales. Los Ejercicios eran una experiencia fuerte de diez días, que ayudaban a concretar el encuentro con el Señor, la conversión y una orientación evangélica de la propia vida.
Hacia 1780 la obra de Mama Antula era bien conocida en nuestro país y también fuera de él (en Francia, por ejemplo). De regreso a Buenos Aires tras un período de 3 años en el Uruguay, la santa comenzó la edificación de la Santa Casa de Ejercicios, que todavía se conserva en Av. Independencia al 1190. La Casa es un signo de la labor incansable y fecunda de esta mujer que consagró toda su vida al anuncio del Evangelio, hasta su último aliento. Se calcula que, durante su vida, entre 70.000 y 80.000 personas hicieron los Ejercicios Espirituales gracias a su iniciativa.

Después de una vida tan fecunda y ejemplar, falleció a los 69 años de edad, el 7 de marzo de 1799. Fue beatificada en agosto de 2016 y ahora, en pocas semanas, será canonizada en Roma y propuesta a toda la Iglesia como testimonio de santidad evangelizadora.

Queridos hermanos y queridas hermanas: nos alegra profundamente que una hija de nuestra tierra y de nuestro pueblo sea proclamada santa; pero más todavía puede alegrarnos y animarnos su testimonio de dedicación y entrega al Evangelio. En la carta de Pentecostés del año pasado, donde les proponía algunas orientaciones pastorales para toda nuestra Iglesia diocesana, les hablaba de nuestra conciencia de ser «Iglesia del Evangelio». Les decía entonces:

la Iglesia, cada comunidad cristiana, no vive de sí misma, sino del Evangelio, ni vive para sí misma, sino para hacer presente el Evangelio en hoy de cada momento histórico. (…) Con esta convicción quisiéramos, entonces, entrar también nosotros, como comunidades, en una “conversión pastoral y misionera” para una Iglesia en salida[1].

Por supuesto, no se trata de repetir ni de copiar la obra de Mama Antula. A cada generación en su momento de la historia y a cada comunidad allí donde está presente, le toca descubrir y recorrer su propio camino, atenta a las llamadas del Espíritu y los clamores de su tiempo. Pero ciertamente podemos dejarnos inspirar por la pasión evangelizadora, el espíritu incansable de esta santa argentina, confiados también en su intercesión.

Estoy seguro de que cada comunidad, con sus responsables pastorales, sabrá dar a la canonización del próximo 11 de febrero el relieve que merece y que podrán encontrar el momento y el modo más apropiado para conocer más en profundidad la historia y la acción evangelizadora de Mama Antula. Durante el año tendremos ocasión también de hacerlo como Diócesis, en una celebración en nuestra Iglesia Catedral que oportunamente les anunciaré.

Que ella, por su parte, nos acompañe con su intercesión y nos aliente en la fascinante tarea de revitalizar y fortalecer la vida y la misión de nuestras comunidades a la luz del Evangelio y a su servicio.

Reciban mi saludo fraterno y mi bendición.

 

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

Avellaneda, 2 de febrero de 2024, fiesta de la Presentación del Señor.

[1] Carta pastoral Orientaciones pastorales para nuestra Iglesia en camino, 28 de mayo de 2023.